25 octubre 2006

Pícaros

"Un millón de hogares conectados a emule"

Ese es una de las noticias del día. Venía acompañada del repaso diario a los alcaldes y concejales corruptos sospechosos, reos, presos o liberados por prevaricación y mangoneo de las arcas públicas.


Y digo yo, en medio de esos delincuentes ¿con qué autoridad hablan o hablamos los habitantes de ese millón de hogares conectados a emule?. Mangoneando día y noche, miembros de una red de criminales que utilizan las nuevas tecnologías para sus más detestables crímenes. ¿No somos nosotros también delincuentes?. A partir de ahora ¿debemos llamar a nuestros hogares cuevas de ladrones? Desde luego, en un piso de treinta y cuatro metros cuadrados poco se puede hacer aparte de estar tramando algo. Entre los 34 metros y las esplendidas y oscuras vistas al patio interior no cabe más que hacerse eremita, anacoreta, o integrar una célula terrorista; o simplemente delincuente común, ladrón de propiedades intelectuales.

Pero al fin y al cabo somos ladrones, ¿quién nos lo iba a decir?. De otro tipo, pero ladrones. Es más, creo que siempre lo hemos sido. ¿Cuánto pierden al mes las grandes superficies en pequeños hurtos? ¿Cuántos nuevos ricos de tres al cuarto han salido a la calle mayor al rebufo de la especulación inmobiliaria? ¿Cuántas cartas recibimos al año ofreciéndonos escapar de nuestra clase social a mil por hora? ¿Cuántas empresas hacen dinero valiéndose de la avaricia de sus clientes? ¿Cuántos timos de la estampita se hacen día a día?

La picaresca española no ha cambiado nada desde el lazarillo. Todos somos unos muertos de hambre, pero disfrutamos con la rapiña de baja estofa. Generaciones y generaciones de ladrones y pícaros que nos renovamos cada año. Ayer éramos pícaros que robábamos uvas y queso; y hoy, con el estómago lleno, asaltamos la propiedad intelectual. Funcionarios, maestros, curas, guardias civiles, creyentes y descreídos. Pero todos ladrones de poca monta. Cobardes pusilánimes, coleccionistas de tardes aburridas y de camas frías, que nos relamemos de gusto cuando bajamos una película sin pagar un duro. Vacíos supervivientes de un sistema del que robamos los despojos que se derraman por las grietas.

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