06 octubre 2023

Actores secundarios

 


Seguramente no os pasa, porque aquí el papel de idiota lo tengo yo, pero por si acaso dejo la pregunta. ¿No pasa a veces que te sientes actor secundario de la película de tu vida, cuando se supone que deberías ser protagonista?.  La gente tiene unos problemas tan grandes, unas alegrías tan inmensas, unos sueños tan importantes y unas necesidades tan urgentes que uno humildemente deja sus inquietudes a un lado. Uno piensa: total, comparado con las circunstancias y emociones tan intensas que embargan a los demás, lo mío no da ni para un fotograma de uno que pasaba por allí; y asi va cediendo el protagonismo de la película de su vida a esa gente con ese amor propio tan grande y esa presencia tan arrasadora y tan arrolladora.
En realidad yo quería recomendarles que vieran la serie “Sex education”, por si no la han visto, pero me he liado, me he liado… Estoy muy agradecido a esta serie porque la empecé a ver en la pandemia para evadirme del panorama tan desagradable que teníamos alrededor y supuso un soplo de aire fresquito y maravilloso. Es una serie de colores, de todos los colores, donde caben todas las capacidades y diversidades sexuales. Seguramente la serie no se va a llevar ningún premio pero ahora he terminado de ver la cuarta temporada y le he cogido todavía más cariño a los personajes. A todos. Porque seguramente la reflexión del principio viene a que es ésta una serie coral, donde todos los personajes son diferentes y todos son igualmente importantes; cosa que no ocurre ni en otras ficciones y a veces ni en la propia realidad; parece que algunos estamos solo de relleno. Por eso, un aplauso a la diversidad sexual, funcional y de capacidades. Y un aplauso a la gente que no ocupa todo el protagonismo para ellos. Los demás también tenemos una vida. Queremos vivir nuestras propias inquietudes, sueños, emociones, gracias y desgracias sin ser arrollados por las de los demás.

©Javier Vidal

26 junio 2023

Orgulloso


Mientras haya gente que dedique su ideario político a tirar a la papelera la bandera del arcoiris, mientras que haya niños que tengan que vivir fingiendo para buscar la aprobación de sus compañeros, mientras haya adultos casados o solteros que desean y aman en secreto a otra persona de su mismo sexo, mientras la gente que te quiere querer te diga “no te señales” “no hace falta que vayas haciendo alarde de nada”. Mientras nos quieran seguir robando la infancia y la adolescencia y castrando nuestra sexualidad y nuestro corazón, es necesario que, al menos un mes al año, aunque solo sea un día, digamos que, aparte de ser bomberos, policías, albañiles, arquitectos, abogados, ministros, carpinteros, desempleados, también somos lesbianas, gays, transexuales… y toda la diversidad de formas de amar que representa una bandera de seis colores y por detrás una larga y dura batalla de sufrimiento, lucha y lentas conquistas contra la intolerancia, la naftalina y el odio.

©Javier Vidal

04 mayo 2023

No estaba para ti

No estaba para ti…
No estaba para ti la vida que soñaste, la casa que no habitaste, el beso que no diste, las palabras que no te dijeron, el viaje que al final no hiciste, el amor que dejaste ir. No estaba para ti aquel trabajo, ni aquel instante imaginado, ni el final de aquella noche ni el comienzo de aquel fin. Te quedas siempre a las puertas del paraíso, y te dices que, total, tampoco es para tanto, si no estaba para ti. Y te consuelas pensando que hay otros mundos que no están en éste, que hay otros días, que al final no vas a vivir; porque estaban para otros, porque no estaban para ti.
No estaba para ti toda la gente que se fue tan pronto, los recuerdos que se perdieron, los momentos que no ocurrieron, los años junto a aquellos que ya no están. No estaba para ti la fiesta que te perdiste porque no te invitaron, o porque no quisiste ir; el helado que no te comiste porque decías que ya estabas lleno, la penúltima copa, un último abrazo. No estaba para ti aquella noche de estrellas, aquel tramo oscuro del lago que te daba miedo. No estaba para ti que la esperanza te sorprendiera con algo cierto que hubiera detrás, con algo más que solo esperar. Solo de vez en cuando, consigues traspasar hacia el mundo onírico de aquello que pudo ser pero que al final no fue. Como quien se engaña mirando a través de un espejo engañoso y turbio. Como quien mira hacia atrás buscando en qué lugar se bifurcó el camino para acabar de pronto aquí; contra todo pronóstico, derrotado pero indemne.
Y es que todo eso al final no estaba para ti… Y así, siempre.
©Javier Vidal
Imagen: Arlequín con espejo. Pablo Picasso

 

15 marzo 2023

Gente con la que se puede contar

 


Gente con la que se puede contar. Para compartir una mala noticia, para comentar una y otra vez un problema irresuelto, para ayudarte a poner en orden tus dudas, para reafirmar tus escasas certezas. Para celebrar la vida, para ir a un entierro. Para dar un abrazo, para echar una mano, dondequiera que ésta falte. Para ponerle alma a un mundo esencialmente desalmado. Para no dejar sola tu risa, para acompañar tu llanto. Para organizar una fiesta, para velar a un enfermo, para hacer un recado, para encargarse de los papeles que nadie atiende. Para atender urgentemente a una urgencia, para que una llamada siempre tenga respuesta. Para que sigan vivos los lazos pasados, para que resuciten todas las horas muertas. Para que todo tenga algún sentido, para estar siempre dispuesta y compuesta para todo lo que venga. Y siempre a punto también para brindar por algo; salud, por ejemplo. Hay gente que llena de alegría las cosas y las casas y que hace que todo merezca la pena. Esa gente no tiene precio.

©Javier Vidal

13 febrero 2023

Me voy a ir yendo


Uno entiende que conforme va cumpliendo años la cosa ésta del cuerpo que te tocó en la lotería del destino se vaya deteriorando gradualmente de modo que el día que llegue el adiós definitivo no esté uno como una rosa y todo el mundo encuentre inexplicable el cambio drástico de vivo a muerto. Se entiende que debe haber un proceso gradual desde el apogeo de la juventud, en una cuesta abajo de decadencia inmisericorde que justifique que el día que nos vayamos a todo el mundo le parezca cosa natural nuestra partida y exclame, entre la pena, la comprensión e incluso el alivio: “Ea, pues ya descansó el pobre”.
El problema viene cuando el proceso no es tan gradual como debería. Ya prácticamente dos o tres días después de cumplir los cuarenta me sorprendí a mí mismo teniendo que estirar el brazo para poder ver el móvil, en un gesto ya imprescindible para leer cualquier letra que mida menos de un metro; y añorando cada vez más tener unos brazos telescópicos para poner cada vez más lejos el periódico, la novela, el móvil o el menú del día del bar. Pero es que desde que cumplí cincuenta el proceso se ha acelerado sin ninguna compasión. Por ejemplo, ahora, cada vez que me siento o me levanto del sofá o de la cama me sale un “Ayy” inexplicable; inexplicable porque no es de dolor ni de nada, es simplemente que te sale natural a partir de cierta edad, como si de pronto uno tuviera que ponerle banda sonora a cada cambio de postura con un extraño lamento interior. Otra cosa que me pasa es que cada vez que me río acabo tosiendo; no hay manera de echar una carcajada sin acabar tosiendo terriblemente con un volumen más alto que el de la risa anterior. Total, que empiezas riéndote y acabas dando pena y causando preocupación entre la concurrencia por si se te ha ido un hueso de aceituna para otro lado o si se te ha salido alguna entraña de su sitio. Otro aliño de esta ensalada son los pequeños episodios incomprensibles: de pronto un día te tiembla el párpado durante un rato, o ves chiribitas o estás cojo durante la mañana y por la tarde estás estupendamente o te entra un dolor lumbar que te deja doblado, vas al médico urgentemente (te llevan al médico) y cuando sales del coche te incorporas perfectamente y ya ni dolor ni nada. Y tú en el médico con cara de imbécil; y el médico pensando para sí mismo que sí que eres imbécil por usar las urgencias sin motivo plenamente justificado. Dice una amiga que eso son “manías del cuerpo”; pero es que los cuerpos con más de cincuenta tienen cada vez más “manías”, y a cada cual más variopinta y de un cada vez más refinado sadismo.
Por eso, como cuando estás en una apacible reunión de amigos y piensas que en realidad deberías irte porque tiene otras cosas que hacer, y haces el amago de irte y dices: “yo me voy a ir yendo”; pues eso. Voy a ir recogiendo los trastos y a prepararme para lo que pueda pasar. Y mientras, voy a apurar cada segundo de mi existencia en hacer lo que me sale del alma. Ya sé que soy un poco rarito y me gustan cosas demasiado sencillas, pero a estas alturas de mi vida ya uno se va conociendo, aceptando y reafirmando su personalidad sin que nada ni nadie te imponga su ya manida versión de la felicidad. No voy a llenar cada segundo de mi existencia en hacer algo trascendente. De hecho los mejores recuerdos que tengo son siempre de puras bobadas rutinarias y sin ninguna pretensión: el olor del café recién hecho, el olor de la ropa limpia, el olor de la gente bonita, el sabor de mi madre cerca, el eco lejano de mi padre, un cielo lleno de estrellas, una playa vacía, un baño nocturno, una noche en vela. Intentar reprimir una lagrima cuando una música te emociona, intentar vanamente esconder el sentimiento profundo que te provoca un gesto de bondad en medio de la barbarie. He llorado muchas veces en situaciones completamente cotidianas y sin aparente importancia. He sucumbido ante la grandeza de gente completamente anónima y situaciones que podían pasar desapercibidas. A veces, abriendo bien los ojos, se ve el cielo en la tierra. Y la eternidad no es un proyecto de futuro sino que todo lo que hemos pasado, lo que nos pasa y lo que nos pasará permanece eternamente.
Por eso la vida es en gerundio; estamos viviendo, estamos muriendo, la acción no está acabada sino que es inacabable. Por eso voy a seguir viviendo, disfrutando de lo haya por aquí y por allí, picoteando de acá y de allá, afrontando lo más sereno que pueda lo que tenga que pasar y saboreando y rumiando lentamente los momentos que me quedan. Y siempre con un equipaje ligero preparado para cualquier eventualidad. Como unas pequeñas vacaciones, como un fin de semana eterno. En este pequeño paso por la infinidad, éste que está aquí se va a ir yendo.

©Javier Vidal

25 septiembre 2022

Mi perfil de tinder


Llevaba un tiempo pensando en completar mi perfil de Tinder y ya parece que me he decidido. Aquí va un esbozo. No estoy muy convencido…

No soy amigo de mis amigos. No me gusta viajar. Nunca he ido a Tailandia ni a la India ni a China a encontrarme a mí mismo; ya me encontré hace tiempo y lo que vi no es para tirar cohetes. No tengo tatuajes. No me hables del tiempo, no tengo campo ni me dedico a la pesca; cuando no llueve salgo a correr, cuando llueve me quedo en casa recogiendo goteras. No tengo una opinión formada e inamovible de casi nada, la mayoría de las cosas son tan relativas. No me gusta el fútbol ni el tour ni las olimpiadas; en realidad no me gusta nada por lo que haya que competir, como si tuviéramos que estar continuamente retándonos unos a otros ¡qué manía!. Si quieres llegar antes, adelante. Si quieres ir para arriba ahí tienes la escalera. Si quieres tener más pues para ti todo; ya lo que tengas que hacer o deshacer ni qué a principio tengas que renunciar o hasta dónde te tengas que rebajar es cosa tuya. No soy un estereotipo cultural ni soy ejemplo de nada, así que no me estabules, no me encasilles; soy un verso libre lleno de contradicciones y de sinrazones. No tengo la agenda llena de compromisos; en realidad procuro tenerla vacía. Disfruto sin hacer nada de provecho y me gusta también cuando no soy activo ni polifacético ni eficaz ni eficiente. Tampoco soy especialmente ameno. Creo que tengo las habilidades sociales mínimas para sostener una conversación sin que parezca un trastornado, y lo mismo puedo llegar a ser divertido a veces. Pero en general, a qué engañarnos, soy un tipo bastante soso y aburrido devorado por la rutina y la falta de iniciativa. Hago deporte pero solo para gustarme a mí mismo, que tampoco es que lo consiga mucho; y entre otras cosas porque al resto del mundo está demostrado sobrada y científicamente (sábado tras sábado, feria tras feria) que no les atrae en absoluto mi corriente y moliente apariencia física. No visto a la moda ni tengo casa en propiedad. En realidad en propiedad solo tengo el coche, el ordenador, mi ropa y un boli. Lo demás tengo que confesar que lo tengo prestado o en usufructo, incluidos mi cuerpo, mi alma, mis pensamientos y mis sentimientos. Así que nada, más o menos en este cúmulo de despropósitos se ha convertido mi vida; y yo con ella a cuestas. Como decía la canción: cualquier reclamación que sea sin membretes. Buenas noches, amigos y enemigos.
©Javier Vidal

23 septiembre 2022

Los placeres solitarios


La primera radio me la regaló mi tía. Una radio chiquitita y blanca, con la que escuchaba en las noches de invierno El loco de la colina y los programas matinales de los sábados; allí en mi niñez con un auricular mono color carne y entre las sábanas de mi camita de noventa, enfundado en el ya raído esquijama amarillo y azul. Después pasó mucho tiempo en los que me sedujo la novedad de la infinidad de canales de la tele y sus hipnóticos y coloridos anuncios. Parecía que el video mataría a la estrella de la radio, pero lejos de que muera nadie, al final todo se va amontonando y agrandando el abanico de fuentes de información y entretenimiento. Si te digo la verdad ya no me seduce nada la tele, con su algarada de gente haciendo el ridículo por dinero, enredada en debates estériles y en polémicas artificiales; cuando no intentando hacerte papilla el cerebro para que te vuelvas un idiota como ellos. Y encima todo interrumpido con interminables intermedios en los que ya se te olvida lo que estabas viendo ni de lo que se hablaba y preguntándote cómo pudiste hacerte esto a ti, dejándote embaucar por ese circo patético.

Por eso si me dan a elegir (como dice la canción) ahora, a la vuelta de los años, me quedo con la radio, que tiene la virtud de acompañarte sin engullirte; que me acompaña diligente en mi camino al trabajo, en mis largas tardes de verano, en mis paseos solitarios, en mis sudorosas carreras hacia ninguna parte y en mi denodada lucha por llenar de vez en cuando los ya inevitables vacíos de la existencia. Ahora que todos hablan sin decir, ahora que todo se ha vuelto ruido ahí fuera, aún tenemos la posibilidad de sintonizar la radio para que se pose a nuestro lado como un animalillo fiel; y que nos cuente cosas, que interprete la banda sonora de nuestro viaje y nos susurre secretos que desconocíamos. Mientras, nosotros nos sorprendemos de pronto sonriendo ante una ocurrencia, aprobando cualquier acertada frase que se diga, dejándonos llevar por su preciada compañía; escuchando atentamente unas veces; y otras, atrapados de nuevo por nuestro ruido interno y nuestro cansino soliloquio. Pero ella seguirá sin ofenderse, lanzando al aire su sinfonía eterna y generosa, y dispuesta siempre para que la enciendas cuando necesites a alguien a tu lado; alguien que te acompañe, sí, pero que también respete escrupulosamente tu personalísimo e intransferible derecho a la soledad.
©Javier Vidal