16 noviembre 2010

El grito de dolor

Éste es un corto sobre la situación en México y la rabia y la impotencia de una mujer. Aunque la situación de México se puede extrapolar a cualquier país o ciudad y la rabia y la impotencia de esta mujer la podemos sentir cualquiera

03 septiembre 2010

Ana cerró los ojos

Ana cerró los ojos. Aquella mañana se había levantado más temprano para ir al Rosario de la Aurora. Aunque no mucho más temprano que la mayoría de los días, ya que no recordaba una mañana que se hubiera levantado después de las ocho; encima, con las calores de las últimas noches, el runrún del ventilador y los mosquitos había dormido a saltos. Después del Rosario fue a las compras: leche, pan, pescado y unos botones que le hacían falta para una rebeca que le estaba haciendo a su nieta, que al final no se la querrá poner, ya a los niños de ahora les gusta otra ropa. Al llegar a casa se puso a hacer la faena. Una cosa rápida porque la casa era chica y a principios de verano le habían hecho un “encalijo” y habían pintado los cierros; así que limpiar el polvo, un barrido ligero y fregar el suelo del corredor y de los dormitorios; menos el de su Juan, que aún no se había levantado. Con treinta y seis años aún seguía soltero; aunque ella había hecho lo imposible para que estudiara, su “chico”, como lo llamaba, había abandonado los estudios muy pronto. Y claro, primero estuvo yendo a unos cursos pagados del ayuntamiento y a otros cursos del sindicato, pero acabó en la construcción. Tampoco es que hubiera trabajado mucho, pero con esto de la crisis las poquillas cosas que le iban saliendo se acabaron. Y ahora llevaba lo menos dos años parado. Su Juan, su “chico”, su preocupación más grande, sin trabajo, sin asentar la cabeza, qué iba a ser de él cuando ella faltara, quién le iba a hacer de comer, a hacerle la cama, a comprarle ropa, a aconsejarle. Después de la faena se puso a preparar la comida, unas lentejitas y unos boquerones fritos, y gazpacho que quedaba de ayer. Cuando lo tuvo todo listo serían las doce y pico. A esa hora se sentó en una silla frente a la tele y se puso con el traje de gitana de su nieta. Con unos cuantos arreglos serviría perfectamente aunque fuera el del año pasado, tampoco había crecido tanto la niña. Y con lo buena mocita que era y lo bien que le iba a quedar el traje seguro que iba a ser la más guapa de la feria. Pero al ratito de estar allí sentada, con el traje entre las manos, cerró los ojos. Se acordó de su marido el pobre, que se murió de pronto, sin ver a su nieta. Se acordó de cuando lo conoció, lo cortado que era el hombre, sus domingos de paseos por la avenida y el puente de los hierros comiendo pipas, su boda tan sencilla, un desayuno con dulces y bizcochos, comparada con la que se lía ahora; su viaje de novios que fueron a Sevilla en el correo y estuvieron tres días en un hotel precioso o al menos así lo recuerda ella. Se acordó del trabajito que les costó salir para adelante con los dos niños. Él, trabajando toda la vida en el campo, echando más horas que un reloj. Cuando se vino a jubilar apenas quedaba la sombra de lo que fue. El muchacho guapetón se había convertido en un viejo consumido y tan sin vida. Por eso, cuando no llevaba ni dos años jubilado, se murió así tan de repente. Ella tuvo más suerte porque empezó muy joven a trabajar sirviendo en una casa de una gente muy buena con ella. Cuando se murió la señora, se acabó el trabajo también. Pero nunca le habían faltado casas para limpiar y para encalar hasta prácticamente hace unos años, que vio que no podía más con su cuerpo. Con lo poquito que le quedó de su marido y el poquito que le ha quedado a ella podía sobrevivir perfectamente; aunque con su Juan metido en casa y sin trabajar era todo más difícil. Por poco que gastara, que gracias a Dios el muchacho no era mal hombre, había que darle dinerito para que se comprara tabaco y que tuviera para sus cosillas. Por eso, en el Rosario por quien más le había pedido a la Virgen era por su “chico”. Con el traje de gitana entre las manos y los ojos cerrados también se acordó de su nieta, tan guapetona y tan lista; y con ese nombre tan raro que su hija le había puesto, que hasta a ella misma le costaba trabajo pronunciar. Cuando estaba embarazada y supieron que esperaba niña al pronto pensó que le iban a poner Ana, por su abuela. Le hubiera hecho mucha ilusión y lo daba por hecho. Ella a su hija no le puso Ana, sino el nombre de su suegra; pero ahora por lo visto se le ponen otros nombres más modernos. Por eso cuando se enteró cómo le iban a poner al final a su nieta no dijo nada, se calló como había hecho tantas veces. Y desde que nació la quería con toda su alma, y le daba cien besos cada vez que la veía, que hasta a la niña le daba vergüenza cuando le cogía en la calle y la veía la gente. Así que por su nieta también pidió en el Rosario para que estudiara mucho y le saliera un buen novio que la quisiera de verdad. Ahora que la Virgen estaba en el pueblo parecía que la iba a escuchar mejor. Así que además de su por su hijo le pidió por su hija, su yerno, su nieta, la suegra de su hija que estaba mala la mujer, y por el hijo de la vecina que tenía unos exámenes ahora. También le pidió para que se arreglara la crisis esa, y por los niños que se morían de hambre y que salían en el telediario… Se olvidó pedir por ella misma. Aquella mañana después de ir al Rosario para pedir por toda su gente, de hacer las compras, las faenas de su casita y de preparar el almuerzo, Ana se puso a arreglar el traje de gitana de su nieta. Cuando había dejado todo hecho y arreglado, antes de que se levantara su “chico”, antes de que llegara la Romería de ese año, antes de que el tiempo siguiera su carrera insaciable, Ana cerró los ojos. Pero no los abrió más; se quedó como dormida, mecida entre sus recuerdos, entre sus esperanzas y sus pesares. Se fue de un mundo al que cada vez pertenecía menos; y de una vida que nunca le había pertenecido porque la entregó a los suyos, trabajando desde que cumplió los catorce años y entró a servir en una casa extraña hasta que cerró los ojos una mañana de septiembre, con un traje de gitana entre las manos y el sueño de que una niña con un nombre raro fuera la más guapa de la feria. Javier Vidal Nota del autor: La protagonista de esta historia no es real. No se refiere a ninguna persona concreta, aunque todos podemos tener en mente a una mujer que pueda encajar más o menos en la historia. A todas ellas va dedicado este escrito. ©Javier Vidal

10 agosto 2010

Es verdad lo que creemos (segunda parte)

Segunda parte de este documental. Un poco más engorroso que el anterior, pero igualmente interesante. Es verdad lo que creemos?

09 junio 2010

Ese momento

Quiero detener ese momento En que me miras y te miro Y en tus ojos me veo a mí mismo Y no me reconozco. Yo, que caminaba abatido Y solitario sin esperanza Te encuentro una noche rara y te quieres venir conmigo. Y tu inocencia me calma Y tu entrega me desarma Y tu presencia infinita Se lleva los malos recuerdos Los días sin futuro Mi corazón y mi alma. Ahora ya es tarde para escapar de ti. Ahora ya no puedo ni quiero Renunciar a la vida que me entregas En tu presencia loca Y en cada segundo de tu ausencia. Ahora ya puedo Olvidar de una vez el pasado Y no dejar que la vida me pase de largo. Y vivir para siempre Acurrucado Entre tus besos y con tu abrazo.
©Javier Vidal

23 abril 2010

La última innovación tecnológica

En el día del libro he visto este video en leerestademoda.com que está muy curioso. Y curioso que llevamos siglos inventando cosas y al final acabamos volviendo a lo de siempre.

13 marzo 2010

Abraza la vida

No se por qué pero siempre acabo emocionado viendo los anuncios de abrocharse el cinturón. Creo que ya he puesto alguno por aquí. Éste es genial.

24 febrero 2010

El hombre que no se puede mover

...pensando que tal vez si volvieses aquí, al lugar en que nos conocimos,Y me vieses esperándote en la esquina de la calle...

31 enero 2010

El circo de la mariposa

Precioso cortometraje que habla sobre la capacidad de superación y la no aceptación de los destinos que nos marca la gente. Ganador del concurso de cortometrajes "thedoorpost.com". Son dos partes. No te lo pierdas


30 enero 2010

Estos lodos

Es curioso como en los últimos tiempos se han desencadenado una serie de circunstancias que irremediablemente hacen que volvamos la vista atrás y lamentemos los errores del pasado.
Hace unas semanas asaltaban las noticias las horribles imágenes de la tragedia de Haití. Después del shock inicial y las llamadas a la solidaridad llega el momento de la reflexión y caemos en la cuenta de que el terremoto ha venido a matar a 170.000 personas pero también nos ha removido la conciencia a todos los occidentales que hemos sido cómplices, desde su descubrimiento por Colón, de la trágica historia de esclavitud, de saqueo y gobiernos títere de este pueblo en donde el terremoto sólo ha sido la gota que colma el vaso. No hace ni tres años andábamos todos medio locos en una fiebre consumista, alentados por esa ilusión pasajera que da el dinero en mano, aunque sea prestado, aunque no sea nuestro. El modelo económico del señor Aznar basado en el ladrillo se mezcló peligrosamente con la bajada de los tipos de interés, lo que provocó una estampida de eufóricos consumistas. Algunos se fueron a los bancos a hipotecarse; los jóvenes dejaron los estudios y se fueron a la construcción y se compraron un coche supercaro. Los que menos, gastaron lo que no tenían sin mirar al futuro ni de lejos. Pero un mal día la ambición de unos señores trajeados de los EEUU dio al traste con todo ese mundo financiado con dinero que no existía. Hoy sufrimos las cifras de paro y las ruinas de aquella Disneylandia particular, de aquellos castillos en el aire. Este mes de diciembre y el mes de enero han sido muy lluviosos. Pero en vista de los destrozos que ha causado en los campos y en las casas de mi pueblo parece como si no supiéramos que la lluvia es un fenómeno natural y a veces, como en diciembre de 1996 que cayeron 573 litros, llueve mucho. Este año ha llovido menos que aquel 1996: sólo 383 litros, pero nos ha vuelto a coger por sorpresa y sin que hubiéramos previsto esto. Y vemos las paredes llenas de humedades, goteras en las casas, barro desbordando los arcenes, cunetas inundadas. Y viendo este barro me he acordado de Haití y de su ruinosa historia; de la fiebre consumista, los niños con los coches supercaros y de las listas del paro. De los años de sol y del barro inundando las cunetas. Y también me he acordado de aquel aserto de la sabiduría popular que ahora nos viene a despertar con un mazazo de realidad: “Aquellos polvos trajeron estos lodos”.
La viñeta es de El Roto, publicada en el diario El País
©Javier Vidal