28 noviembre 2008

Más madera

Más madera Hay una escena genial en la película, “Los hermanos Marx en el Oeste”, en la que se montan en un tren en el que no había madera. Para ellos no fue ningún problema: echaron mano de los asientos del tren, de los maleteros y de todo lo que había en los vagones que fuera, oliera o pareciera madera. Con el improvisado combustible pusieron el tren en marcha y siguieron su ruta. Pero el trayecto era largo y la máquina demandaba más y más combustible. Y allá los pasajeros avezados, sin ningún problema iban poco a poco destrozando los vagones y echándolos a la caldera para que el tren siguiera adelante. Y al grito de “más madera” se iba quedando sólo la máquina y unos cuantos vagones de los que apenas quedaban las ruedas. Ahora, recién empezado el siglo XXI, fracasado el comunismo y erigido en dueño y señor del pensamiento único el capitalismo, parece que no hay otro sistema posible que no sea convertir el mundo en una selva donde gana el más fuerte y donde el “sálvese quién pueda” se intenta disimular con tímidas políticas sociales, aptas sólo para los habitantes de los países que se han salvado de la masacre liberal. Donde los defensores de este mundo que se deshace, ajenos a cualquier planteamiento trascendente, ético o moral, ya no creen en el mismo dios de toda la vida, sino que se han inventado uno con una “mano invisible” que arregla todo, como el 3 en uno, que pone las cosas bien o, mejor dicho, en SU sitio. (¡Que el Dios de toda la vida de idem se quede para los pobres y para consuelo de desgraciados! ¡Qué ridículos los ecologistas, que creen que la tierra se viene abajo! ¡Qué ilusos!...Pero nosotros no somos ilusos… aunque creamos que esto se arregla solo, con la “mano” arreglatodo) Ahora, recién empezado el siglo XXI, las hipotecas de unos desgraciados se convierten en las alas de la mariposa que provocan un huracán en la otra parte del mundo. El castillo de naipes liberal se deshace con un simple soplido. Y no se cae en una mesa verde, se cae sobre nosotros. Enseguida se reúnen los grandes jefes de las tribus elegidas y después de mucho pensar, deciden que hay que darle dinero a los bancos, hay que aumentar la producción como sea, hay que seguir para adelante, aunque no se sepa muy bien adónde ni cómo ni cuándo ni cuántos. A lo mejor no querían que fuera Zapatero a la reunión del G20 porque iban a necesitar su silla para echarla a arder en la máquina. Al final le dejaron una silla prestada y se pudo sentar. Pero cuando termino la famosa de reunión de los jefes supremos, aunque los distintos telediarios, periódicos, radios y portavoces de gobierno procuraban hacer la crónica de todo lo que se habló de modo que no se entendiera nada, me quedé parado un momento; y desde aquí abajo, desde lo más bajo, todos los ruidos se fundieron en uno solo que se hizo grande. Y entonces se pudo escuchar perfectamente a través de todas las montañas y valles del planeta aquel mensaje que venía desde los lujosos salones presidenciales: ¡¡Más madera!!!
©Javier Vidal

23 noviembre 2008

Una historia como otra cualquiera II


La primera vez que la vi fue en una discoteca; era un sábado por la noche. Vivía en mi pueblo supongo que desde chica, pero nunca había reparado en ella hasta aquel día. Desde luego, si no la hubiera visto me hubiera dedicado a vender cupones, porque estaba montada encima de una tarima, con una camiseta ceñida que le dejaba el ombligo al aire y una falda que dejaba casi al sereno otra parte de su cuerpo. Bailaba como si estuviera poseída y tenía a sus pies a una legión de hombrecillos embobados con su danza (y seguramente también con su ventilado cuerpo). No parecía que fuera el tipo de mujer que conviniera a un intelectual como yo y. por supuesto, tampoco era el tipo de novia que fuera a gustar a mi madre y a mis ocho tías, deseosas todas de verme emparejado con una licenciada en lo que fuera; pero yo no pude evitar quedarme prendado de aquella belleza virginal...., o por lo menos, belleza a secas. Aquel momento duró muy poco; hizo tres pompas más con el chicle, miró su reloj y se fue. El club de fans que tenía debajo rompió filas y a mí me dejó hecho un autista para toda la noche; la música, la gente, las luces bullían a mi alrededor, pero yo ya no estaba allí, estaba en un mundo lejano en el que sólo existíamos ella y yo. El día siguiente lo pasé de un bar a otro, de una cafetería a otra, de un pub a otro, buscándola entre una informe masa de gente vestida de domingo y convenciendo a mis amigos de que en el siguiente bar íbamos a estar mucho mejor porque había mas ambiente. Estuve en bares que no había pisado en mi vida, mis amigos se fueron; afortunadamente encontré a un conocido que me caía fatal pero que servía de acompañamiento para mi deambular por la hostelería de mi pueblo. Pero mi búsqueda fue inútil; al final acabé borracho en una tasca mientras aquel insoportable hablaba de fútbol y me contaba con todo detalle "La guerra de las galaxias", seguramente la única película que había visto en su vida.

15 noviembre 2008

Círculos

Todos los días que puedo voy a correr al polideportivo con mi primo. La cita de las ocho y cuarto de la noche se ha añadido a mi catálogo de costumbres inútiles y se ha consolidado afortunada... o irremediablemente. Andar a paso ligero hasta el polideportivo, dar unas cuantas vueltas corriendo sobre el círculo de albero, estirar y volver a casa; y hasta mañana si Dios quiere.

Hoy mi primo se ha vuelto a la tercera vuelta, pero yo he seguido. Y como no he traído radio y me he quedado sin primo he tenido que pensar, ¡tanto como lo ando evitando últimamente!.

Y he tenido que pensar en las veces que he recorrido la carretera Villamartín-Ubrique para ir al trabajo. Las veces que he dado los buenos días a mis vecinos semidormidos y a mis compañeros de oficina. Los besos que he dado en amantes parecidos. La veces que me he quedado en blanco ante la pantalla del ordenador o el papel buscando una palabra... para acabar encontrando siempre la misma. Los cafés que he tomado en la misma cafetería Las pipas que he pelado ante amigos de nombres diversos; en la puerta del colegio, en la plaza, en un bar, en mi casa. Parece que hayan sido siempre los mismos; y que sólo hayan cambiado la cantidad de pelo, el punto geográfico del mapa de mi pueblo y los nombres. Y he pensado en las veces que me he reprochado a mí mismo esas mis cosas que se pegan y se despegan como los post-it, pero que siempre están rodando por aquí cerca: mis pequeños complejos infantiles, la timidez que sembramos en la adolescencia, y las pocas ganas de siempre.
Y he seguido dando vueltas. Y me encuentro comiendo pipas con mis amantes. Y los amantes que he tenido se me aparecen todos el mismo. Y me encuentro dándole los buenos días a mis amigos de cuando era chico. Y dándole besos a mis compañeros de oficina. Y en la pantalla del ordenador aparecen todos los personajes de mis ensueños encerrados en ventanitas. Y me siento en la plaza de mi pueblo con las palabras que siempre busco... para acabar encontrando siempre la misma. Y tomo café con mis pequeños complejos infantiles, y pelo las pipas de siempre con la timidez que sembramos en la adolescencia. Y me quedo en blanco en la puerta del colegio. Y recorro una y otra vez la carretera desde la pantalla del ordenador hasta las pocas ganas de siempre.

Y sigo dando vueltas. Y pienso que algo me debe haber sentado mal y que me habré mareado un poco. Y que mis pensamientos no tienen sentido o que tienen demasiado. Y que no debería pensar o pensar sólo en las cosas que tengo que hacer mañana.

Y sigo dando vueltas.

05 noviembre 2008

Obama ¿más o menos de lo mismo?

Está todo el mundo revuelto con la elección de Obama. Cuando hablo de todo el mundo no utilizo una expresión, es literal; que está todo el mundo, vamos. Y yo creo que todos nos hemos levantado hoy con una sensación de alegría, o una sensación de que había que estar contentos, al comprobar que ha ganado el candidato negro, con cara de buena gente, el tal Obama. Pero estoy seguro que en esta euforia mundial no ha intervenido ni un punto del programa electoral de Obama. Porque ¿Qué levante la mano quien sepa algo que haya prometido? ¿Seguridad Social? ¿abolición de la pena de muerte? ¿los USA van a dejar de ser la maricotilla manipuladora de todas las republicas bananeras?... A mí me parece que no ha prometido nada, o por lo menos que no va a pasar nada extraordinario ni todo esto va a ser tan fantástico como para que esta mañana hayamos tenido que ir contentos al trabajo, o al paro. Lo que pasa es que estamos en el mundo con ganas de una buena noticia, y toda la parafernalia de las elecciones de los USA nos han despertado la ilusión de que, como decía Serrat, “hoy puede ser un gran día”. Que teníamos ganas de decir adiós a una época oscura y patética de salvapatrias que ponían los pies encima de la mesa y mandaban a sus hombres a la guerra a matar a otros desgraciados con el objetivo inmoral de hacerse más ricos. Y ahora nos damos cuenta de que todo eso se ha ido al garete porque han muerto millones de personas, hemos dividido el mundo en dos partes irreconciliables, nos hemos encaminado terriblemente hacia la autodestrucción medioambiental, no hemos hecho nada por la pobreza; y encima nos hemos hecho más pobres. Ese sistema económico por el que hemos matado, nos hemos asesinado, nos hemos autodestruido, resulta que escurre por el desagüe, con las hipotecas subprime y toda la comparsa que ha venido detrás. El “Yes, we can” y el “Change we need” lo hemos entendido todo el mundo perfectamente. Y cuando hablo de todo el mundo es que es todo el mundo. Y ese mundo mira ahora para el negrito con cara de hucha del Domund, a ver si esa cara de buena gente nos trae la ilusión que nos han quitado todos los que han venido antes. O nos decepciona como también lo hicieron otros. O nos decepcionamos nosotros solos, que para eso él no ha prometido nada. Hemos sido nosotros los que hemos puesto en este hombre el espejo de nuestros anhelos y de nuestros sueños. Él sólo ha dicho “yes, we can” o “change we need” y nosotros hemos puesto lo demás. Lo mismo nos hemos precipitado pensando que realmente podemos, aunque también estamos excusados nosotros, porque a estas alturas de la historia, sí que necesitamos un cambio.
Señor Obama, ya sé que usted es sólo un hombre (por cierto, siento lo de su abuela) y que a lo mejor no quiere esa responsabilidad ni entra dentro de sus planes; pero esa cosa que se llama tierra está pendiente de que traiga una esperanza y que el sueño que tuvo Luther King se cumpla, y que se cumplan las sueños de esta gente ilusa que a estas alturas del cuento aún queremos un mundo mejor
©Javier Vidal