10 julio 2022

Miedo

 
Miedo.
A que se muera la gente que quieres, a morirte tú de cualquier manera, a que te echen del trabajo, a estar siempre en el mismo trabajo, a la inflación, a la crisis, al calor y a la sequía, a la guerra de ahora, a la guerra que se prepara, a los niños que tienen hambre, a los refugiados que pasan frío, a la gente que no tiene alma, a la que tampoco tiene vergüenza, a la vieja noticia, a la nueva pandemia, a que el dinero todo lo compre, a las caras de asco de los que ni te conocen ni te comprenden, a las sonrisas de satisfacción de los que ven cuando fracasas. A los domingos por la tarde, al incómodo silencio de las amistades muertas. A pasar desapercibido por las calles y los ríos, a vivir sin que merezca la pena. A que se nos rompa el amor de tanto usarlo, a que al final acabemos amando con billete de vuelta. A que se cumplan tus pesadillas, a que tus sueños se desvanezcan.
A que aparezcan de pronto todos los monstruos de cuando eras chico y corrías por el pasillo desesperado buscando una luz para encenderla y una sábana para meterte en ella; como si la luz espantara todo lo malo y la sábana fuera una barrera infranqueable contra asesinos de niños y otras cosas por el estilo. A encontrarte cara a cara con esos monstruos de la infancia y te digan seriamente que nunca existieron, que fueron una pérdida de tiempo todas esas carreras por el pasillo. Para decirte después que los peores monstruos vendrían más tarde; y que para entonces no habría interruptor que los espantara ni sábana que nos protegiera de todos los horrores imaginables.
©Javier Vidal