03 julio 2019

Atestados e informes


Pues resulta que llego a la comisaría de policía de Torrejón con la ropa arrugada, todo manchado de sangre seca, que no me ha dado tiempo a cambiarme. Llego como intentando ver quién es la persona más dispuesta para escucharme, pero el personal no parecía que tuviera mucho interés en que allí entrara un señor manchado de sangre. Me acerco a una mesa donde hay un policía mirando el ordenador.
-Perdone… Venía a denunciar un asesinato… ¿Con quién podría hablar?
-Espere, porque hoy está la cosa complicada… - Se dirige a otro policía que iba saliendo mirando el móvil - A ver… Tomás, ¿tu puedes atender a este hombre? Viene a denunciar un asesinato.
-Yo es que ahora no puedo. Dile que pase a la oficina, a ver si lo puede atender Miguel.
-Vale. Pues pase usted a esa habitación. Ahora llegará un compañero para tomarle declaración.
Y me dirijo muy digno a la oficina de enfrente donde había una ventana en la pared del fondo, una mesa impoluta con un teléfono, la pantalla de un ordenador apagado y un lapicero con tres bolígrafos viejos. Supuse que allí no entraba nadie desde hacía siglos, aparte de la limpiadora, que por lo que se veía tampoco es que se esmerara mucho. Me entretengo en mirar el calendario de pared, que todavía estaba en febrero, cuando ya estábamos en junio. Una foto de cuatro policías, supongo que de una vez que fueron a un karaoke, porque están como muy felices y con un micrófono en la mano. También una tabla de corcho con cuatro papelillos pinchados con chinchetas de colores, las que venían cuando compraron el corcho. A los diez minutos entra un policía, supuestamente el tal Miguel, sin mucho entusiasmo por atender a un desconocido
-Buenas tardes, ¿qué se cuenta?
-Buenas tardes. Pues venía a denunciar un asesinato
-Vale. ¿ha sido usted testigo?
-No, no… yo soy el asesino
-Ah, vale. Asesino de una persona o de varias
-Ehm… Yo diría que de varias… Tres concretamente.
-¿Asesino en serie u ocasional?
-Ehmm… No le entiendo
-Que si los ha matado así en plan arrebato o es usted de esos que van matando de uno en uno, siguiendo un ritual rarito y dejando pistas para que le encontremos. Ya sabe, lo que se ve en las películas
-Ah, no, no. Yo no soy de ese tipo de personas
-Uy, menos mal. Porque llevamos una racha. Ahora hay gente muy rara, que ha visto muchas películas y lo que quiere es llamar la atención, las criaturas.
-Qué va, qué va. Ya le digo que yo soy una persona seria, normalita, sin problemas de autoestima ni traumas infantiles.
-¿Pero le violaron a usted de pequeño o se metían con usted en el colegio o su padre le maltrataba cuando llegaba a casa borracho, o algo por el estilo?.
-No, no. Precisamente le comento que soy una persona muy normalita, y he tenido una infancia muy feliz, que yo recuerde.
-Vale, pues entonces me relajo, porque ya le digo que llevamos una racha… Ahora solo hay asesinos en serie. Y casi todos con el ritual de la baraja o del calendario, que están mas vistos… Bueno, pues cuénteme qué ha pasado, a quiénes ha matado.
Pensaba que el policía iba a llamar a varios más, me iba a detener o iniciar el protocolo de asesinato o algo parecido que tuvieran. Pero para nada. Allí estaba yo tan tranquilo dispuesto a confesar mi execrable crimen.
-Pues verá. Estaba dando un paseo tan tranquilo sin rumbo fijo, y vi la terraza de un bar que estaba a la sombrita y me dije para mi mismo: me voy a tomar una cocacola. Llega el camarero, me dice que qué quiero y le pido una lata de cocacola, pero que esté muy fría. Eso se lo dije muy clarito. Fue esta mañana y claro, hacía calor
-Ah, que fue esta mañana…
-Sí, sí. Pues eso, que al rato viene el camarero y me trae un botellín que ni mucho menos estaba frío, como yo lo había pedido. Encima, la copa que me trae estaba claramente sucia. Y los hielos flotando en agua derretida
-Bueno, vaya al grano por favor – exclama el policía un poco impacientado.
-No, si estoy en el grano. Ya le he dicho que soy una persona muy normalita.
-Sí, claro.
-Pues eso, que soy pacífico, sin ningún trauma infantil no resuelto ni historias raras. Pero lo de la cocacola del tiempo y los hielos derretidos… Comprenda usted cómo me puse. Total, que me enfurruñé con el camarero, y le rompí el botellín en la cabeza. Aprovechando que el botellín se había roto se lo clavé debajo de las costillas, por lo que no le dio tiempo a reaccionar del botellazo cuando ya se halló sangrando abundantemente por la barriga e, instantes después, totalmente muerto.
-Vaya, pues sí que tiene usted carácter…
-La gente de las mesas de alrededor se puso a gritar al ver al camarero recientemente fallecido, salieron el dueño y otro camarero más para reducirme… Y al final la cosa se lió, se lió… Total, que los tres acabaron muertos por pérdida abundante de sangre y lesiones varias en cara, brazos y barrigas. La gente seguía gritando como si aquello fuera el fin del mundo, mirándome mal, como con odio. Después, ya que iba en el coche, pensando, pensando, lo mismo era más miedo que odio. Usted sabe que la gente nos asustamos corriendo cuando algo se sale de lo normal.
-Claro, lo entiendo. Yo estoy con usted en que seguramente era más miedo que otra cosa.
-Y nada. En el pronto lo que se me ocurrió fue salir de allí pitando. Me fui sorteando a las personas que me miraban con miedo (resulta que era miedo) y me metí en el coche, que lo tenía cerquita. Al momento estaba por la carretera de circunvalación pensando que quién me mandaría a mí complicarme la vida. Que podía estar todavía sentado en la terraza con la cocacola tan tranquilo, aunque la cocacola fuera del tiempo.
-Sí que se la complica usted
-Eso me viene de familia; un hermano de mi madre era igualito. Pero se murió joven y no le dio más tiempo a seguir metiendo la pata como siempre.
-Ah, ¿qué me va a contar de la familia?...
-Entonces cogí la carretera adelante, adelante, pensando, y me he dicho: mira, ya está bien de estar con este sinvivir. Ya eso me pasó otra vez y es que no merece la pena.
-¿Cómo que le pasó otra vez? ¿otra vez mató usted a tres camareros?
-No, a tres camareros no. Maté a un viejo
-Un anciano
-Eso, un anciano. Iba por la calle con mi coche y al llegar a un paso de cebra el viejo…
-El anciano – me corrigió el policía
-Eso, el anciano se metió de pronto en el paso de cebra para que yo parara por cojones…
-Por narices
-Eso, por narices. Y a mí me dio tanto coraje la prepotencia de ese…anciano que aceleré y me lo llevé por delante, dejándolo allí muerto del todo.
-¿Por qué sabe que estaba muerto?
-Porque al día siguiente salió en el periódico y en la tele. Recuerdo que todo el mundo en el bar donde desayunaba estaba diciendo que quién sería el canalla que había hecho eso con un pobre anciano… Un anciano que se había tirado en plancha a un paso de cebra.
-Ciertamente. Ya sabe usted que los ancianos están sobrevalorados.
-Dan pena y todo eso, pero hay cada uno…
-A mí qué me va a contar- repuso el policía. -Ahora están de moda los ancianos violadores, carteristas, narcotraficantes…
-Ya, ya. Está la cosa muy mala y los pobres hacen lo que pueden- le contesté yo, intentando hacer de abogado del diablo.
-Vamos, que no te puedes fiar de nadie, ni de los jóvenes ni de los ancianos… Bueno, qué coño ancianos, vamos a hablar claro: viejos, joder.
El policía se desató un poco, no sabía yo si es que habíamos llegado a un grado más de complicidad y hablaba con más confianza o es que se estaba hartando de escucharme y quería irse. El caso es que siguió preguntando -Pero bueno, por ese asesinato ya lo juzgarían a usted e iría a la cárcel o algo, ¿no?
-Qué va, no fui a la cárcel porque nadie me vio y yo no dije nada. Aunque si le digo la verdad he pasado lo mío; porque siempre te da cosa dejarte muertos por ahí. Es verdad que no me vio nadie ni fui a la cárcel ni juicio ni más historia. Pero el reconcomio que tiene uno, eso no está pagado con nada. Que yo he pasado lo mío
-Me imagino- entendió perfectamente el policía.
Conforme había pasado el atestado el agente se movía en su asiento, como si se estuviera haciendo pipí o se hubiera el dejado el coche mal aparcado. Con evidentes ganas de terminar aquello me dice:
-Y en este triple asesinato lo ha visto mucha gente y no hay manera de escaparse.
-Claro, porque me ha visto mucha gente es lo primero. Pero también es verdad que no estoy dispuesto a vivir con la cosita de haber matado a alguien. A vivir no, a sinvivir.
-Claro, le entiendo perfectamente- repuso el policía.
-Bueno, pues usted me dirá. Yo ya más no puedo contar. ¿Tengo derecho a un abogado? ¿a no testificar contra mí mismo?¿tengo derecho a una llamada?...
-Espere, espere. No se precipite. Falta algo fundamental. ¿A qué hora y dónde ocurrió el triple asesinato?
-Ah, ¿no se lo he dicho?. Fue esta mañana a eso de las doce en una terraza en Toledo.
-Vaya- exclamó el policía, con evidentes signos de satisfacción. -Haber empezado por ahí…
-¿Por ahí?... ¿qué pasa?
-Que nosotros no llevamos los crímenes que pasan en Toledo porque son de otra comunidad; eso lo llevan los de Toledo. Para eso tiene usted que dirigirse a la comisaría de Toledo.
-Pero ¿entonces no me detiene ni nada, ni me lee los derechos, ni me hace fotos de perfil y de frente?
-Ay, ya me gustaría. A ver si se solucionan estos conflictos de competencias entre comunidades, pero mientras tanto, el protagonismo, que se lo lleven ellos.
-Entonces, ¿me puedo ir?- pregunto con un poco de decepción en mis palabras.
-Es lo suyo… a no ser que quiera usted denunciar otra cosa que le haya pasado en Torrejón… En Torrejón no ha matado a nadie, ¿no?.
-No, no. En Torrejón los camareros son muy simpáticos.
-Hombre, si Torrejón se está convirtiendo en un destino turístico de primera…
-No me extraña… Entonces dice usted que tengo que ir a Toledo otra vez a que me detengan. Qué pereza. ¿No me podéis llevar vosotros mismos, ya que tengo varias pruebas en contra de que soy asesino múltiple?. Puedo ser hasta peligroso.
-Sí, vamos. Como si no tuviéramos nada que hacer
-A mí me da igual que me lleven, aunque sea en un furgón policial.
-Para nada. Mire, vamos a hacer bien las cosas. Vaya usted aquí a un hotel, se da una ducha, que está hecho unos zorros, pasa la noche aquí en Torrejón disfrutando de su variada oferta cultural, de sus monumentos, de su gente amable y cálida… Y mañana, mucho más tranquilo se va usted a Toledo y arregla lo de su triple asesinato.
-Pero estará usted en que he hecho una cosa horrorosa, ¿no?. Porque ya me pone en la duda.
-Sí, claro. Horrorosa, horrorosa. Pero una cosa no quita la otra. Hay que hacer bien las cosas.
-Bueno, pues nada. ¿Miguel es usted?
-Sí, ¿cómo lo sabe?
-Me lo dijo su compañero… Bueno, pues nada Miguel. Encantado. Yo me llamo Antonio.
-Encantado. Y nada, Antonio, cuando cometa un crimen aquí en Torrejón, cualquiera, sea el que sea, no tiene usted más que llamarnos. O si viene por aquí mejor.
-Gracias, Miguel.
Y salí de la comisaría de policía de Torrejón cuando ya se estaba haciendo de noche. Entonces pensé que era ya muy tarde para irse a Toledo otra vez. Y también pensé que lo mismo ni volvía a Toledo a autodenunciarme. Que me buscaran por los telediarios y por los periódicos, así en plan más romántico. Lo mismo me podría fugar en el primer avión y que se dictara una orden de búsqueda por la interpol. Y convertirme en un fugitivo aventurero y famoso… Bueno, ya vería. Por lo  pronto empecé a buscar un hotel que no fuera muy cutre donde ducharme. Llegaría, me ducharía, me pondría otra vez la misma ropa arrugada, sudada y llena de sangre seca y me iría a dar una vuelta para conocer los encantos de Torrejón y sus gentes amables y acogedoras. Que aquí no hay gente rara, como pasa en Toledo.  
Y como dijo aquella, mañana será otro día.

© Javier Vidal

©Javier Vidal

21 junio 2019

SE VENDE ALMA AL DIABLO


SE VENDE alma al #diablo. Condiciones a negociar. Ocasión única; el propietario del alma reconoce que no está para muchas exigencias, para qué nos vamos a engañar. ©Javier Vidal

17 junio 2019

28 de junio de 1969

Voy a cumplir cincuenta años (justo el 28 de junio) y salí del armario con 27. Siento que he perdido 27 años de mi vida, donde todo era oscuridad, fingimiento y mucha soledad. Como no tengo pluma, o no se me nota mucho, nunca he sido ofendido o abusado por ser homosexual, pero sí me he criado en un pueblo donde marica, maricón, bujarra, eran el peor insulto que se le podía decir a una persona. Por eso me he acostumbrado a sentirme solo siempre, a tener muy baja autoestima, traidora y fiel compañera de viaje. 
Cuando descubrí mi homosexualidad me sentía un bicho raro, como la cucaracha de La metamorfosis de Kafka. Pensaba que era el único y buscaba referencias en poemas, pintura, literatura o cine. Pero había muy pocas. Ahora todo es lo contrario, ahora todas las series de Tv y películas, y canciones, tienen personajes gays; ahora todo el mundo está "orgulloso", o de ser gay, o de parecer gay o de tener amigos gays. Pero dista mucho de la sociedad que yo me encontré entonces en mi pueblo tan chico. A pesar de que "he vivido 23 años", con pareja estable y todo, el sentimiento de haber tirado media vida por la borda, el haber desaprovechado tantos momentos y tantos amantes, y la soledad a la que me acostumbré en aquellos tiempos difíciles, han hecho y siguen haciendo mella en mí, como una vieja herida que nunca cicatriza y que se abre en cualquier momento. 
El movimiento del orgullo me viene muy tarde (¿dónde estabas entonces cuando tanto te necesité?), ya que esa lucha la tuve que lidiar yo solo o con ayuda de algunos amigos, pero bienvenido sea. Se ha avanzado muchísimo, aunque, a modo de excepción que confirma la regla, quedan todavía borricos que piensan que esto es una enfermedad o una “opción”; o salvajes, que agreden a homosexuales a la puerta de las discotecas. 
Ahora que me acerco a mi segunda parte del siglo, ahora que cumplo veintitrés años solo quiero agradecer la liberadora complicidad que supusieron aquellos poemas, aquellas películas, aquellas pinturas, aquellos personajes históricos. Y por supuesto el cariño y el respeto que he recibido después por parte de casi todo el mundo. ©Javier Vidal