10 febrero 2022

Convivo con un elefante

Es un poco difícil de entender pero conozco gente que convive con un elefante. Ese tema tabú que todos conocen de más pero del que nadie habla y que puede estar ahí toda la vida a lo largo de generaciones, siempre evitado y silenciado. Esa tensión evidente que se instala en una mesa con mantel y que nadie quiere señalar para no seguir hurgando en una herida que probablemente nunca se cerrará. Ese problema que tortura a todos en el salón familiar pero del que nadie habla porque cualquier referencia resulta incómoda y probablemente ya no tenga solución. Esa ausencia que invade una casa entera, con las lágrimas aún húmedas de una pérdida reciente, pero que nadie quiere citar porque ya está todo deshecho, hace ya tiempo que se perdió la esperanza; y con el silencio todos evitan inútilmente aferrarse a una antigua rutina para no hundirse en el fango de la desesperación.

Todos los que conviven o hemos convivido con un elefante se quedan quietos a veces, con la mirada perdida a miles de kilómetros, como si acabaran de llegar de una batalla brutal y el alma se le hubiera quedado muy lejos. En medio de una conversación trivial no pueden evitar que de vez en cuando se les venga a la cara ese gesto sombrío y derrotado y esa mirada que en realidad no está mirando nada; solo está huyendo muy lejos adónde no tengan que ver constantemente el elefante que evitan pero que tienen justo delante.


©Javier Vidal