17 diciembre 2009

Déjame esta noche soñar contigo

Después de tantas vueltas y de tanto ruido, cuando uno quiere descansar apuesta por valores seguros: el silencio, la poesía, la caricia de un bonito recuerdo, la intimidad compartida de un gran amor, la complicidad de un buen libro, el desafío de una buena película o el susurro de la última buena canción que haya descubierto. Hoy he optado por la música y "me he puesto hasta arriba" con Tony Zenet. Todas las canciones de "Los mares de China" son buenas; y te dejan como hipnotizado, tarareando los últimos compases. "..tan locos pensaron hacerse piratas, surcar en velero los mares de China..."




27 octubre 2009

Una estrella se ha escapado

Una estrella se ha escapado. La HE0457-5439 ha abandonado lo que hasta ahora era un infatigable y eterno estar en la Nube de Magallanes. La HE0457-5439 se ha cansado de ver siempre las mismas estrellas y el mismo vacío a su alrededor y se ha lanzado a deslizarse por el espacio a una velocidad de 2,6 millones de kilómetros por hora. En un entorno donde todo fluye y todo se mantiene al ritmo previsto. En un espacio en el que ya teníamos controladas todas las luces, en el que todas salían y desaparecían al mismo ritmo desde el principio de los principios. En esta lánguida explosión controlada, en esta lenta agonía espacial. En el vacío del vacío una luz ha huido aprovechando un descuido del tiempo. Ningún científico está convencido de sus explicaciones a este inesperado suceso y ninguno se atreve a confirmar nada. Algunos dicen que se puede deber a la presencia cercana de un agujero negro, que pudo actuar como honda. Lo que alertaría de que los agujeros negros no siempre engullen lo que encuentran o a quien se encuentran, sino que a veces pueden actuar de tirachinas y lanzarte muy lejos de ellos. Según opinan los científicos a esta estrella fugitiva sólo la podrá parar “una improbable colisión con otra estrella que circule más ordenadamente” (Fuente: www.elpais.es ) Pero a la HE0457-5439 no le importan las razones ni las causas, ni el fatídico final que le puede esperar en medio del espacio. La estrella fugitiva deja sin palabras a los científicos. Es un desafío al ordenado caos espacial. La HE0457-5439 no es consciente de su hazaña; sólo baila su danza de libertad recién estrenada. Ahora sólo quiere disfrutar de su vertiginoso paseo espacial en busca de nada y hacia ninguna parte. Y su huida es un canto de esperanza para las demás estrellas, presas de la monotonía y rondadas por un silencioso ejército de agujeros negros.

©Javier Vidal

24 octubre 2009

Siempre me pasa lo mismo

Siempre me pasa lo mismo.

Me gusta pasear por las calles de la ciudad como si no fueran mías ni yo fuera de ellas. Una ciudad conocida y desconocida al mismo tiempo. Unas calles por las que he pasado mil veces pero que cada vez es como si fuera la primera. Conozco mejor que nadie los baches, los carteles anunciadores, los colores de las fachadas, pero no las veo igual que la gente que vive por las calles. Porque yo las miro con la falsa objetividad del turista que llega para un día, con la distancia y el frío del que no guarda ni deja nada en ellas. Y siento que es verdad: no guardo nada en ellas. Esa casa no es mi casa, ni la comida que se prepara tras la ventana es para mí, ni el beso que se ofrece ni la mano que se da, ni las personas son mías; son suyas. Se tienen, van acompañadas de su marido, de su hijo, de su novia, de su perro. Las calles les pertenecen y ellos pertenecen a las calles, esconden momentos en cada rincón, sobre la acera, ante el escaparate; los sentimientos, sus sentimientos, se arremolinan en las esquinas como las hojas y los papeles de periódico en los días de levante.

Y paso como una sombra, como si nadie me viera; y me gusta. Siento que nadie me ve y es probable que nadie me vea. Siempre me pasa lo mismo. Voy a una exposición; en medio de una plaza llena de viejos y niños han montado una carpa los de ACNUR. Dentro de la carpa recrean un campo de refugiados de Kosovo, con los grifos, los aseos improvisados, el suelo polvoriento... Dentro de la carpa hay tiendas de campaña y dentro de las tiendas hay fotos de niños y suena la voz de los niños quejándose. Todo está bien conseguido, provoca lástima. Al salir, una muchacha me hace un cuestionario y me pregunta si la exposición me ha hecho sentir como si fuera un refugiado. Yo le contesto que sí, pero los dos sabemos que no es lo mismo; ser refugiado no es estar en una carpa en medio de una plaza llena de viejos y niños. Siempre me pasa lo mismo.

Hago el camino de vuelta; los peatoncitos de los semáforos se ponen en verde como para que no pare, para que pase. Al principio me alegraba esa casualidad; parecía que tenía enchufe en la delegación de circulación: iba llegando yo a cruzar la calle, los coches se iban parando y finalmente el peatón se ponía en verde. Pero cuando llego a mi destino y llego a mi hora o antes de tiempo siempre lamento la complicidad eléctrica de los semáforos. Siempre me pasa al final; siempre me pasa lo mismo.

Y hoy, cuando iba llegando a mi casa, me ha pasado lo mismo. He pasado ajeno al mundo, bajo mis auriculares, envuelto en la música de la radio, mirando las cosas y la gente como si no fueran mías, como si yo no fuera de ellas. Pero cuando pasa un rato me empieza a pesar la soledad y ya no quiero ser invisible. Y voy aminorando la marcha, y me quedo parado ante un escaparate o mirando a la gente como si me viera. Pero ya la gente no me ve; y empiezan a cerrar los escaparates y la gente se va para sus casas y se empiezan a escuchar las televisiones desde dentro de las casas acurrucadas en la luz de la sala de estar. Y entonces me entra esa extraña sensación de ir vacío y de llegar vacío.

Y entonces pienso que la vida es una calle o muchas calles y que todas las calles se han paseado por esta tarde y yo he pasado por ellas como si no fueran mías. Y la gente son toda la gente que ya se metió en sus casas que son todas las casas. Y vuelvo mi casa solo, con la soledad de una tarde que es la soledad de toda una vida. Una vida por la que paseo como si no fuera mía, una vida por la que paso con la distancia y el frío del que no guarda ni deja nada en ella. Una vida encerrada en una carpa en medio de una plaza llena de viejos y niños.

Siempre me pasa lo mismo.

©Javier Vidal

14 octubre 2009

Por lo que no será


Esto es una canción de Jeff Buckley. Lo he descubierto hace poco y, como dice el refrán (y tiene mucho que ver con la letra) "más vale tarde que nunca". La música de este hombre es un poco complicada a veces, supongo que tendría problemas para que le pusieran en las radiofórmulas de entonces. Pero cuando lo escuchas quedas atrapado, porque entonces comprendes que con la música, la letra y la voz (de cuatro octavas y media) se puede hacer una obra de arte. Y una "obra de arte", así dicho queda tan académico que parece no poder expresar lo que significa este disco y esta canción. Para entenderla no basta buscar la letra y traducirla. Hace falta una vida para apreciarla. A lo mejor he llegado a ese punto vital para llegar a comprenderla, y a lo mejor también llega a otros oidos que la puedan comprender.

Jeff Buckley murió en 1997, con 3o años. Estaba a la orilla del Wolf River, en Menphis (Tenesee) con un amigo. Mientras escuchaba "Whole lotta love" de Led Zeppelin de pronto se metió en el río y apareció cinco días después muerto y desnudo. Como decía aquello "ojalá estuvieras aquí" y seguir componiendo e interpretando así, como en esta canción.

Por tantas cosas que no serán valga esta oración cibernética. Por esas canciones que no escucharé y esa vida que no viviré, Jeff Buckley que estás en los cielos...

12 octubre 2009

Obama, los gays y la impaciente espera

"Esta noche un joven tendrá problemas a la hora de conciliar el sueño porque guarda un secreto. Quizá pronto decida que ha llegado la hora de acabar con ese secreto. Lo que suceda a continuación depende de él, de su familia y de sus amigos y profesores. Pero también depende de nosotros, del tipo de sociedad que engendremos y del tipo de futuro que construyamos"
Esto lo dijo Obama, y recogía El País de hoy, ante la cena anual de los miembros de Human Rights Campaign (HRC) un grupo que defiende los derechos civiles de los gays y que cuenta con 750.000 miembros. Evidentemente se refería a los homosexuales y la postura, hipócrita en el mejor de los casos, de la sociedad, pero uniéndolo a otras declaraciones en el mismo tono casi mesiánico que he oido o leido de este presidente, me sugiere alguna reflexión. Cuando uno escucha a líderes mundiales que hablan así se puede caer en la lógica de pensar que este tio se ha caido de un guindo y que va contando margaritas mientras el resto del mundo se mueve por otro lado (véase trama Gurtel o los negocios de Theodoro Obian Gnema, sin salir del mismo periódico). Pero yo prefiero pensar que aún queda alguna esperanza de que esto no resulte ser lo que parece. Y si lo enlazamos con el Foro Social "Ética y Espiritualidad para un mundo posible" que se ha celebrado este fin de semana en Sevilla y que ha terminado con la "Manifestación por la Madre Tierra y contra la mercantilización de la vida", me siento acompañado por cada vez más gente que pide que este sistema corrupto e injusto cambie y que por una vez y para siempre las cosas dejen de ser lo que parecen y lo que siempre han sido. Obama, confiamos en que tus palabras, tus promesas y la esperanza que has encendido tras de ti no se quede en un discurso escrito por un guionista de una empresa subcontratada. Y que ese tercer mundo de inmigrantes, de pobres, de homosexuales, de soñadores, de solitarios, de desempleados, de despedidos, de subsidiados, de desheredados, alguna vez conquiste el mundo, y que este mundo sea entonces para todos.
©Javier Vidal

07 octubre 2009

Una historia como otra cualquiera IV

El sábado siguiente ya me había repuesto un poco de mi traidora autoestima. Esta vez iba dispuesto a unir al fin mi vida a la suya. Llevaba pensadas un montón de frases para iniciar una conversación y sus correspondientes preguntas u observaciones para seguir la conversación hasta el final. Una sería, por ejemplo:

"‑Oye, perdona que te pisara el otro día ‑, le diría yo con tono despreocupado.

‑Ah, por eso no te preocupes ‑, respondería ella

‑Es que me he comprado unas botas nuevas y no calculo bien las distancias

‑ No importa

‑ Además, andaba un poco despistado entre las luces, el ruido...

‑ Sí, la verdad es que aquí hay demasiado ruido

‑ Y sobre todo las luces, que confunden los sentidos. Hay un estudio que ha hecho un equipo de la Universidad de Conecticut que estudia de qué manera las luces psicodélicas afectan al estado de ánimo de las personas y de qué manera las pueden incitar a bailar, a reírse, a estimular la secreción de adrenalina e incluso la líbido.

‑ ¡Oh! ¡Qué conversación tan interesante! Tú debes ser un intelectual

‑ ¿Por qué lo dices?‑ preguntaría yo, modesto.

‑ ¡Pero si se nota en tu forma de hablar!. Me encantaría seguir hablando contigo; pero en este sitio hay demasiado ruido. ¿Te parece bien que vayamos a un sitio más tranquilo?

‑ Me parece estupendo."

Entonces en ese sitio tranquilo le confesaría que mis botas eran viejas y que en realidad la pisé porque andaba cegado por la pasión que sentía hacia ella. Supuse que era una conversación interesante y una forma memorable de iniciar un idilio.

También había pensado pisarla otra vez disimuladamente para que diera la impresión de que realmente nuestras vidas estaban unidas por el destino; o preguntarle si me conocía porque su cara me resultaba muy familiar, pero ese truco ya estaba muy visto. Otra alternativa era regalarle un disco de Mari Trini, pero recordé su forma de bailar en lo alto de la tarima y descarté que supiera siquiera quién era Mari Trini. Finalmente me decidí por la primera opción.

Esta vez estaba también al lado de la escalera. Me intenté peinar con las manos y me palpé la aleta izquierda de la nariz para ver si había crecido mucho un grano que había empezado a salirme aquella mañana. Me fui acercando; esta vez estaba también con la amiga pero no hablaban, seguían la música con la cabeza. Cuando llegué a su lado, empezaron a mirarme sorprendidas; no sé si temía que la pisara otra vez o es que no se acordaba en absoluto de mí. Decidí hablar para no alargar más su curiosidad. Pero cuando fui a mover la lengua noté que pesaba más de lo normal y que me costaba mucho echar aire; parecía como si tuviera la boca anestesiada. Dije: "Pee‑ perdooo‑ona", pero me salió muy bajito; yo hacía gesto de hablar pero parece que aquello no se escuchaba fuera. Considerando que la conversación que tenía pensada era profunda y requería de complicadas modulaciones de voz (yo no estaba como para decir "psicodélicas") decidí que lo más socorrido era pedir fuego y así lo hice. Pero lo hice sin acordarme que yo ni llevaba tabaco ni había fumado en mi vida. Con el mechero en la mano y ante la extrañeza de las dos compañeras dije nervioso que era para mi amigo; y salí corriendo a la otra punta de la discoteca. Allí hice un poco de tiempo y me aseguré de secar el brillo de mi frente. Al llegar de nuevo al potro de tortura las dos amigas estaban riéndose y comprendí que era de mí. Le di el mechero y cuando iba a salir corriendo de nuevo para no volver a aquella escalera ni a aquella discoteca y había ya decidido irme a la recogida de peras en Lérida con tal de dejar el pueblo, quiso el destino sonreírme por primera vez en muchas reencarnaciones. La causante de mis desvelos me miró y con una voz casi más dulce de lo que se la había imaginado, dijo: "Tú eres el que me pisó el otro día, ¿no?" Enseguida resucité, se me cambió la cara y me salió una sonrisa de vendedor de seguros.

‑Sí, yo era: Es que me había comprado unas botas nuevas y no calculaba bien las distancias.

‑ Además, con las luces y el ruido...

Continuará. Ver las primeras partes de esta historia en "Una historia como otra cualquiera"

©Javier Vidal

28 septiembre 2009

La galleta de la fortuna

Hoy he abierto una galleta de la fortuna en el facebook. Siempre me pone una pavada que no tiene nada que ver conmigo, pero hoy la galleta me sorprendió y me dijo: Nada se pierde para siempre. Lo que piensas que has perdido lo encontrarás en otro lugar La primera vez que me sorprende una galleta. Porque la galleta se ve que es consciente de cuántas cosas he perdido!, cuánta gente dejas detrás!, cuántos se adelantan!, cuántos se quedan en el camino!. Empiezas la vida con el Orfeón donostiarra, después con Mocedades, y al final acabas siendo tú, triste y solo, como Franco Battiato. Ya puede la galleta decir misa, que ya estoy de vuelta de todo. Y lo que sube bajará, sobre todo si es una piedra y lo que está debajo es tu cabeza. Pero lo que se va, ya mi experiencia me ha demostrado sobradamente que no vuelve. Y si el que te vas eres tú ya descuida que se rehacen los asientos para que tu silla vacía desaparezca y no tengas un sitio al que volver. Yo me imagino que la galleta habrá hablado en sentido figurado. Como que vas a encontrar algo "parecido" a lo que perdiste. Por ejemplo, si perdiste un globo de helio con la figura de mazinger Z, a lo mejor ahora te encuentras otro con la figura de un caballero del zodiaco. Pero claro, eso no vale... O tendrá que valer, y la vida es así y te jodes. No sueño ya con cantar de nuevo con el Orfeón donostiarra, ni con Mocedades. Pero no me gustaría tener que hacer yo solo todas las voces para el resto de mi vida. Y sí sueño también con encontrar alguna gente que perdí. Y puestos a pedir, también las dos gafas graduadas y la caja con mis cintas de video. A todo esto, he dicho "la primera vez que me sorprende una galleta". Y estoy hablando de una galleta como si fuera la Pitia del oráculo de Delfos, o como si las galletas hablaran y tuvieran sentimientos, o buscaran las ofertas del mercadona o estuvieran siguiendo "amar en tiempos revueltos". Fuera de contexto queda un poco raro reprocharle a una galleta nada. O depositar mi confianza en una galleta. Pero es que esto de las nuevas tecnologías es así. Empiezas siendo como muy moderno y acabas hecho un capullo, mandando correos chorra y powerpoints de colegio de monja. O, como es mi caso, sorprendido por una galleta.
©Javier Vidal

23 septiembre 2009

Erase una vez una lata de membrillo

Para Ana
Érase una vez un tiempo en que se tenía tan poco que se le daba importancia a las pequeñas cosas. Quizá porque se tenían muy pocas, y ninguna cosa grande. En mi casa hay una lata de membrillo. Está guardada en la mesita de noche del cuarto en el que dormía mi abuelo. La lata es negra y tiene estampados unos claveles rojos. Está mohosa y tiene mal aspecto... En algunas casas todavía siguen cumpliendo su función las latas de membrillo. Comprar una lata de membrillo en aquel tiempo de la posguerra, y desgraciadamente muchos años después, sería un auténtico capricho o un regalo perfecto. Por eso no venía como ahora, en un plástico envasado al vacío, sino en una lata preciosa, decorada con los mejores paisajes, flores o pinturas famosas. Según cuentan los mayores, entonces se tenía tan poco que a lo poco que se tenía se le daba su sitio. Un puchero merecía su tiempo, su olor invadiendo orgulloso la casa, la atención constante de la madre o de la abuela, una buena siesta después para asumir tamaño lujo. Una ropa nueva era un acontecimiento que requería una ocasión especial y un lucirla en condiciones. Una comida que se saliera de lo normal era razón suficiente para una fiesta. Una tableta de chocolate, un turrón por navidad eran pequeños lujos con el poder suficiente para reunir en torno a ellos a toda la familia, vecinos y allegados. Una luna de miel en Sevilla se hacía con más ilusión que la que se pone ahora para ir a Cancún. Por entonces no existía la prisa que nos dan ahora para la comida, para el amor, y para todo. Como una de las pocas cosas que se tenía era el tiempo, hasta el tiempo tenía su sitio en la casa. Y a todo se le daba su tiempo. Y hasta al tiempo se le daba tiempo. Por eso las charlas en la plaza, en el bar o por cualquier esquina duraban horas. En la barbería, aparte de pelarse, se echaba todo la tarde o la mañana hablando de fútbol, del tiempo y de otros chismorreos. La plaza de abastos o la tienda eran lugares de encuentro en el que todo el mundo no sólo se conocía por sus nombres sino que se conocía de toda la vida. Y además también se hablaba de todo, mientras el tendero despachaba lechugas, pimiento molido, tuercas o una rebeca de punto. Tampoco existía esa cultura del usar y tirar a la que nos han acostumbrado; ni hacía falta ministerio de medio ambiente para gestionar el desperdicio, porque no se desperdiciaba nada. Un periódico tenía una segunda vida como envoltorio para huevos o como papel higiénico. Un huevo era un huevo pero también podía ser una buena comida si se acompañaba con mucho pan y aceite. El aceite usado acababa convertido en jabón. El hueso de jamón que se compró aquella feria, después de ocupar durante mucho tiempo un lugar de culto en la cocina, seco ya como una tarama, acababa haciendo un caldo. El caldo se convertía en unas cuantas cenas. Y la cena se convertía en una reunión familiar o en un motivo para estar juntos. Porque otra de las pocas cosas que se tenía era eso: unos a otros. En ese tiempo de escasez, cuando aparecía una lata de membrillo tan bonita y tan exótica se le sacaba provecho y se utilizaba para otras muchas cosas. En algunas casas la utilizaron para la costura. Entonces la aguja y el dedal era moneda de uso corriente, porque no había más remedio que tener en cada casa un pequeño hospital para ropa rota. Porque después de un tiempo de uso normal toda la ropa tenía una segunda o tercera vida. Se le ponían coderas a las chaquetas y a los chalecos, y rodilleras a los pantalones. O se remendaba un calcetín o se cosía un siete en un vestido. O se ponía un botón más para la derecha para que el pantalón quedara más ancho. Y del pequeño hospital casero aquella ropa salía como nueva, dispuesta para que el hermano más chico o la hermana más chica le siguiera sacando partido. En otras casas la lata de membrillo se utilizaba para meter las medicinas. Ahora que tenemos hospital y ambulatorio y médico gratis y medicina casi gratis nos ponemos más malos, o nos ponemos malos más veces. Y las tantas medicinas que nos sobran la entregamos para el “tercer mundo”, o dejamos que se echen a perder en los cajones. Pero entonces el médico costaba dinero, y las medicinas casi más todavía. Por lo que aquella madre o aquella abuela guardaban las pastillas o inyecciones que sobraban por si servían para otra vez. Y se convertía en una especie de enfermera a domicilio que aconsejaba a su prole sobre su uso para la fiebre, los gases o las almorranas; que antes no se andaban con remilgos para llamar a cada cosa por su nombre. La lata de membrillo también se usaba para meter los papeles. Ahora casi todo el mundo tiene ordenador o un pequeño mueble, o una carpeta en condiciones, con cada papel separado según de lo que se trate. Pero antes, entre que no se sabía leer muy bien y que no hacía falta tanta burocracia para todo, los papeles se guardaban todos juntos en un sitio, que podía ser la lata de membrillo mismo. Allí estaban los papeles del médico, las escrituras de la casa, los papeles del seguro o cualquier papel que se suponía importante, aunque no se supiera muy bien por qué. Todavía resulta emotivo ver a algunas mujeres mayores que llevan una bolsa de plástico con “los papeles” de todo, cuando acuden a una administración a pedir la viudedad, la jubilación o un piso de VPO para su hijo el chico. La lata de membrillo de mi casa se utilizó para guardar momentos. Esa lata mohosa, negra con los claveles rojos estampados está llena de fotografías antiguas. Allí está mi abuela cuando era más joven de lo que yo soy ahora, mi madre cuando no tendría ni un año, mi padre haciendo la primera comunión, mi tía paseando su juventud por la Feria, mis hermanos cuando nos queríamos y nos peleábamos a partes iguales, amigos que ya no sé ni dónde viven, primos a los que ya apenas veo, gente del pueblo que no identifico con gente de ahora y que parece que sólo existieron en aquel tiempo. Fotos de ferias, bodas, cumpleaños, noviazgos, familiares y gente anónima, gente antigua. Muchos de ellos ya no están; se los fue llevando una enfermedad, un infarto, o se fueron apagando consumidos por el tiempo. Los que quedan cambiaron tanto que parece que no tienen nada que ver con aquellos de las fotografías de la lata. Momentos en blanco y negro, en sepia, en color; instantes del pasado más remoto y del más reciente que asoman al presente desde esa lata negra, cada vez que alguien la abre. Poco a poco casi todas las pequeñas cosas de aquel tiempo se fueron perdiendo. El paño de croché, la copa de cisco, el reloj de cuerda, el sahumerio, el olor de la comida lenta, la vieja radio, los viejos, la autoridad de los padres, el vestirse de domingo, el coche sin aire acondicionado, el televisor sin color, el comer con hambre, el disfrutar con tan poco. Pero si sabemos buscar en los aparadores viejos o en los cajones, encontraremos la lata de membrillo, testigo mudo de aquella época. Contenedores de un pasado que vivimos o que nos contaron, donde se guardan los momentos de aquellos que estuvieron aquí antes de que nosotros llegáramos. Cajas llenas de emociones, ilusiones, esperanzas y desesperanzas de una época de la que somos herederos o supervivientes. Ahora vivimos rodeados de cosas que suponemos grandes. De coches con caballos de sobra, ordenadores con potencia suficiente para gestionar la nasa, aires acondicionados capaces de refrescar un almacén de trigo, televisores planos con tantas pulgadas que podían servir como cine de verano, ropa suficiente para vivir dos vidas si hiciera falta. Pero a veces, en medio de tantos excesos, en medio del ruido y de la prisa de no saber adónde se va, uno tiene la necesidad de volver a abrir aquella vieja lata de membrillo y descubrir de dónde se viene. Y evocar en silencio a aquellos que nos precedieron en este ciclo vital, y a aquel tiempo en que se tenía tan poco que se le daba importancia a las pequeñas cosas; quizá porque tenían muy pocas… Pero todas eran grandes. Javier Vidal
©Javier Vidal

04 septiembre 2009

Operación Pandemia

Ya que uno se va haciendo mayor empieza a desconfiar cuando se insiste tanto desde los medios sobre algo que parece más propio de una película de Roland Emerich que de la vida real, y que encima la realidad camina en dirección contraria a los peligros y desgracias que nos pronostican. Les recomiendo el siguiente video y juzguen por ustedes mismos.

12 agosto 2009

Los hombres que no miraban a las mujeres

De chico quería ser intelectual. Me gustaba ese rollo bohemio atormentado y me fui preparando para eso. La tarea incluía leer algo raro, aburrido y que no lo entendiera ni el que lo escribió. También había que escuchar música de cantautores. A los cantautores no les tenía que ir muy bien la vida porque las canciones eran para cortarse las venas. Y los libros te animaban también a hacer lo mismo, no sin antes acabar con la humanidad. Así que decidí que lo de ser intelectual, para su padre. Además, con las manos tan gordas y la cara de mollete de pueblo que tenía, no pegaba yo con tanta trascendencia.

Por lo que mandé a tomar viento mis aspiraciones intelectuales y empecé a leer los cinco, Mortadelo y Filemón, Superlópez; y a escuchar Mocedades, Luís Cobos y Modern Talking. Desde entonces mi vida cambió drásticamente: dejé de pensar en el suicidio, empecé a comer como Dios manda (había leído que los intelectuales son gente delgada que fuma mucho) y me volví básico y superficial. Y aquí estoy tan fresco. Por eso me da tanta pena de los intelectuales. Qué horror de mundo interior, qué tormenta de sentimientos contradictorios, hay que tener ganas de ser así.

Lo que no me dan pena son los intelectuales de tres al cuarto. Esos sí que son para tirarlos por un barranco, no sin riesgo para su salud y su integridad. Hay gente que no sólo van de intelectuales, se visten de intelectuales, hablan como los intelectuales (como si no tuvieran ganas de hablar), sino que encima dicen que son intelectuales, que ya hay que ser pedante!! Y se quedan tan panchos. Siempre me acuerdo de un cómic que leí de chico donde uno de estos payasos decía “Voy a leer a Kafka y después me la voy a kafkar”. Porque si escarbas en uno de estos mamarrachos encuentras uno igual de simple que tú, que está flaco pero de miserable que es, y que vendería a su madre por acceder a cualquier lujo que ahora está tan lejos de su alcance; lo que pasa es que no le ofrecen ese trato.

Viene este rollo porque este verano, después de sortear los libros que iba a leer, llegué a la conclusión que llegué de chico. Así que lejos de leer un “clásico imprescindible” pero que no hay quien lo lea, opté por ser uno más de los que está leyendo, ha leído o va a leer, la trilogía de Milenium, palabra que por cierto el Word no reconoce. Si pretendes ser original leyendo esta novela, olvídalo. Me dí un paseo por la orilla de la playa y aproximadamente el noventa y cinco por ciento de la gente estaba leyendo la misma novela que yo. Que da hasta pena vernos. La mayoría seguro que no vivimos todo el año en la costa, y para cuatro días que vamos a estar en la playa nos lo tiramos sin tomar el sol en condiciones, sin respirar la brisa del mar y sin bañarnos apenas, sin levantar la vista de un libro gordo, sudando, empotrados en la butaca, mientras una legión de cuerpos estupendos y bronceados se pasea por delante sin que nos dignemos a mirarlos. Y encima la novela no tiene demasiado valor literario, por no decir ninguno. Simplemente es una película de acción, pero en un libro. Además ya han hecho la peli que por lo visto es mejor que el libro (que ya es insulto para una novela: que la película está mejor!!!). Lo que sí tiene es ritmo, algo que a muchos novelistas se le ha olvidado. Supongo que porque no toman tanto café como Michael Blomkvist (lo habré escrito bien?) o el propio Larsson que seguro que se murió por eso. Yo tengo una teoría. Conociendo al autor, reflejado en el protagonista, lo mismo ha hecho lo que se supone que también ha hecho Michael Jackson: simular su propia muerte. Porque a Milenium le quitas el morbillo de la muerte del autor sin haber publicado su obra y no es lo mismo. En cualquier caso se le agradece al sueco que haya logrado que gente que no ha leído en su vida se enfrente a estos libros gordos de petete, esté tan encantada de conocerse y descubra en el silencio de la lectura que no hay que estar dando el coñazo para pasarlo bien. Pero estaría más agradecido si mis vecinas también descubrieran lo mismo y se callaran de una vez. Ahora por ejemplo me gustaría ser un genio de la literatura para expresar con palabras y sin aburrir la interesante conversación a voces de mis vecinas y todo lo que le rodea. Pero yo no lo soy.. Y seguramente tampoco Larson.

Pero como hace tiempo decidí ser básico, allá que voy por la segunda parte…

Dibujo: Juan Diaz Almagro

©Javier Vidal

30 junio 2009

Descubre tu lado friki. El grito Wilhelm


Hoy, aparte de caer en la cuenta de que se me ha pasado el plazo para la declaración de la Renta y que mañana tendré que ir desesperado a hacienda a pagar y a poner cara de pena para que no me pongan demora, he descubierto una curiosidad por ahí. Seguramente los frikis del cine conocerán esta historia pero yo, como acabo de desvelar, me he enterado esta tarde.

Resulta que en 1951 el técnico de sonido de "Tambores lejanos" utilizó el sonido de un hombre gritando y lo archivó como "hombre siendo mordido por un cocodrilo". Como esos sonidos se guardan en los estudios para utilizarlos otra vez, en 1954, en la película "La carga de los jinetes indios" el técnico de sonido echó mano de ese archivo cuando al soldado Wilhelm le dan un flechazo en una pierna. Entendió que un hombre al que le disparan una flecha en la pierna debía reaccionar igual que "un hombre siendo mordido por un cocodrilo".

En 1979 los técnicos de sonido Ben Burtt y Richard Anderson descubrieron aquel archivo y les haría gracia, tanta que lo empezaron a utilizar medio en broma medio en serio en todas las películas. De ahí que si estamos atentos, lo podemos escuchar en muuuchas películas. Ya los frikis le llaman "the wilhelm scream", por el soldado asaeteado y, por lo visto, hay gente que cuando escucha el curioso grito grita "wilhelm". Como dijo Joselito el Gallo cuando le presentaron a Ortega y Gasset como filósofo: "hay gente pa tó"

Echadle un vistazo al video, está curioso y descubre tu lado friki

La vida no te da sorpresas

La vida no te da sorpresas. Nadie te da nada que no merecías. No existen las buenas noticias que sean buenas y que sean nuevas. El amor imposible no se hace posible. El chico guapo o la chica guapa de la playa no te devuelve la mirada y se levanta de un salto y se viene hacia ti y te dice que le gustas. Tu familia no va a cambiar de pronto. El tiempo no cambiará a mejor, se cumplirán todos los pronósticos. Tu madre no dejará la bebida. La vecina, la que juega a las canicas o mueve los muebles por las noches, o habla sin motivo a voces, no va a aparecer una mañana carbonizada. No te va a tocar la lotería. El día no amanece distinto. Mañana no será otro día. Los médicos no traerán a última hora una cura para el enfermo terminal. La metástasis seguirá sin parar campando por tus vísceras. No habrá vacuna contra el sida. Nunca coincidirán juntos una declaración de amor, un atardecer dorado y una música de película. Al final resulta que gana el malo y se casa con la protagonista; y el bueno se queda soltero y, silbando por la calle, simulando indiferencia, se le cae una maceta encima. El día de mañana no serás otro, seguirás siendo el mismo. Debajo de la tapa del yogurt nunca encontrarás un sueldo para toda la vida. Ese mundo que soñabas seguirá siendo inaccesible. Tus sueños seguirán sin cumplirse y la cruda realidad se irá pareciendo a tus pesadillas. El reloj sí marcará las horas. El tiempo se te echará encima sin consuelo, sin remedio y sin camino de vuelta. Pasarán otros cuarenta años y seguirás sin darte cuenta que te guste o no te guste, lo aceptes o no lo aceptes, lo creas o no lo creas, por mucho que te cuenten, la vida no te da sorpresas. ©Javier Vidal

15 junio 2009

Estamos aquí para aguantar a los demás (parte I)

Algún día haré una reflexión más extensa sobre el tema del título pero no quiero herir sensibilidades. Así que me voy a limitar a hablar sobre el porculo que da la gente. A lo mejor me estoy haciendo viejo, aunque eso me pasa desde chico, como a todo el mundo. O puede que simplemente me sobre sensibilidad, o que a alguna gente le falte educación. O que el hecho de vivir en sociedad conlleve una serie de inconvenientes que llega un punto en que te superan y prefieres vivir en una isla desierta o meterte a monje camaldulense o entrar en coma profundo antes de seguir aguantando a tanto imbécil. A modo de ejemplo:
Querías ser bohemio y dejarte llevar por tus pensamientos mientras languidecía la tarde,saboreando un cafe en una terraza de tu pueblo. Pero el niño de la mesa de al lado no para de llorar o de jugar con una pistola o de corretear a tu lado. Para colmo la madre intenta que se calle a base de gritar ella más. La amiga de la madre intenta conciliar un poco, pero añade mas ruido a la ya jodida escena vespertina. Llega un punto en que para evitar dejarse llevar por un arrebato de locura y estrangular a la madre, al niño y a la amiga de la madre y a su pm, te bebes el café de un sorbo y sales de allí como puedes, y tus aspiraciones bohemias se van a tomar viento. Querías pasar una tarde en la playa leyendo un buen libro y dejar que tu imaginación y todos tus sentidos se mecieran con la brisa del mar. Pero tu cuñado coincide contigo y no para de interrumpirte y llamar tu atención para que lo escuches, mientras fuma ducados y llena toda la estancia playera de colillas aplastadas. Querías pasar un viernes por la noche tranquilito viendo una buena película disfrutar de no hacer nada. En la puerta coinciden dos vecinas sin problemas de afonía ni nada, en un debate sobre el tiempo con aportaciones bastante interesantes para alguien a quien le interese el tiempo. Pero a ti, que estás más interesado en ver la película, se te crea una corriente de ruidos entre el sonido de la tele y el cacareo vecinal; y una mezcla de sentimientos, entre el amor no correspondido de la película y las ganas de tirarle una maceta a tus vecinas. Al final, ni películas ni pollas. Te acuestas con un acelerón del quince e intentas dormir al compas de la música de un coche que acaba de parar en la puerta y que dispone de un sistema de sonido superpotente y que a su dueño encima le gusta el flamenquito. Algún día haré una reflexión más extensa y profunda, pero por hoy dejo esta lista de porculeros, que desgraciadamente continúa abierta.
©Javier Vidal

12 junio 2009

El ladrón de bicicletas

Tenía 37 años y se llamaba Miguel. Vivía en El Burgo, un pueblecito de Málaga. Trabajaba de perforador de conductos para instalaciones eléctricas. Pero como tanta gente, había perdido su trabajo hacía unos meses. Como tanta gente estaba “sinviviendo” con la hipoteca a cuestas y las deudas royéndole las entrañas. Viajó a Madrid en busca de trabajo pero no encontró nada.

Aquella mañana había intentado vender su coche de tres años y cambiarlo por uno de diez y algo de dinero a cambio. Estaba casado y tenía dos hijos, de ocho y tres años respectivamente. La misma mañana que había recorrido los 67 kilómetros que separan El Burgo de Málaga para ver a su madre viuda, enferma de corazón. Pero por la noche decidió que ya no podía más, que ya no podía volver a casa sin dinero. A las once de la noche vio un salón de juegos recreativos abierto y entró… para robar.

Pero todo salió mal. Tres hombres en principio y dos más después, salieron detrás de él gritando: “Al ladrón!!”. Ochocientos metros después, cuando Miguel no pudo seguir corriendo, se paró. Los cinco hombres se ensañaron con él. Usaron los adoquines de una obra cercana para tirárselos. Uno de los adoquines le dio en la cabeza y lo mató. Una vez en el suelo lo remataron a insultos y golpes en la cabeza y en la espalda.

Para entonces Miguel estaba ya muy lejos del hombre que fue. Para entonces ya había quedado muy lejos el padre de familia que paseaba a sus hijos en bicicleta o que visitaba a su madre enferma o que disfrutaba en la feria de San Agustín, de El Burgo. Para entonces ya no servía calmar los ánimos de sus agresores ni pedir disculpas ni entrar en razón, porque Miguel, el parado, el hipotecado, el deudor. Miguel, el ladrón, ya estaba muerto…

Toda esta historia apenas llamó la atención en los periódicos (los datos están cogidos de El País de 31 de mayo). Ni siquiera serviría para argumento de una película de ahora. Pero sí lo fue en 1945, cuando Vittorio de Sica empezó a rodar “El ladrón de bicicletas”. Esta obra maestra del neorrealismo italiano muestra la historia de Antonio Ricci, un padre de familia parado, de la Italia previa al final de la segunda guerra mundial, que busca un empleo desesperadamente. Su búsqueda da resultado pero para este trabajo es fundamental tener bicicleta, que no tenía. Como de la bicicleta que no tenía dependía su empleo, acompañado de su hijo Bruno, decide iniciar una aventura o desventura para conseguir robar la imprescindible y puñetera bicicleta. La historia que sigue no la cuento, pero el planteamiento guarda tanto paralelismo con la historia de Miguel que no he podido evitar mezclar la realidad con la ficción. Miguel y Antonio como víctimas de un sistema que aplasta a los más débiles; sistema gobernado por la pobreza, el paro, la violencia, el egoísmo y la particular escala de valores que nos hemos inventado para vivir en nuestro viejo planeta.

Pero la historia de Antonio es una película y la de Miguel sólo es una noticia más entre las miles de noticias de guerras y hambres lejanas que nos tragamos a la hora del telediario de las tres, entre cucharada y cucharada de salmorejo. A lo mejor ni siquiera es verdad; o a lo mejor es tan fiel a la realidad que es tan mentira como la propia realidad. El neorrealismo de la Italia de la Segunda Guerra Mundial se nos indigestaba. Pero ahora estamos tan informados de todo que las noticias nos sientan estupendamente y ni siquiera se nos repiten a la hora de la siesta.

©Javier Vidal

27 mayo 2009

Es verdad lo que creemos...?

Este video no tiene desperdicio. Es un documental (que dura casi dos horas!!), que trata temas que nos afectan a todos. Muy interesante, sobre todo la primera parte. Otro punto de vista. Luz o fuegos de artificio?.... Tú mismo.


20 mayo 2009

Cualquier gilipollas puede ser padre..

Tantos títulos y estudios que exigen para todo... y cualquier gilipollas puede ser padre. No es una indirecta para mis amigos que son padres ni para mis padres que son amigos. Ni para el Gitano, que acaba de tener una niña.

10 mayo 2009

Faemino y Cansado

Un video de estos dos que a mi me hacen mucha gracia. Es curioso la complicidad que surge entre las personas cuando descubren que tienen el mismo tipo de humor. Por eso, si esto te hace gracia, probablemente ya eres otro u otra con el mismo sentido del humor que la minoría que veiamos a Faemino y Cansado en la Bola de Cristal y después en "el orgullo del tercer mundo"; aunque ese programa menos, porque en esa época ya apenas veia la tele. Bueno, que lo disfruten.


30 abril 2009

N1H1


Qué pijos nos hemos vueltos, maldita sea. Resulta que la gripe que empezó en México salió de una mezcla entre el hombre, la gripe del pollo y el cerdo; y lo primero fue ponerle "gripe porcina". Ahora, después de escuchar las distintas propuestas de los países desarrollados, la OMS ha tomado una decisión radical y fundamental que ha llevado no pocos debates, trabajos y jornadas: llamarle "Gripe A H1N1". Las razones que se han esgrimido es que el antiguo nombre aludía al cerdo, un animal tan necesario en estos tiempos de crisis. Pero yo creo que en el fondo es que nadie quiere que se le relacione con el cochino. Nos lo comemos, sí; pero de ahí a tener una enfermedad que se llame gripe porcina... De eso nada, monada!. Os imaginais que aparece en el Hola una noticia así como "Julio Iglesias lucha en su casa de Malibú contra su gripe porcina"? Qué pérdida de glamour!!

El problema es nuetra extraña relación con el cerdo. Nos comemos todo, incluyendo todo todo. Nos parecemos tanto que dicen que si quieres ver tu cuerpo, mira a un puerco. Tanto, tanto, que nos parecemos demasiado. Y no sólo físicamente; muchos tienen los mismos hábitos higiénicos que el cerdo. Otros tienen el mismo espíritu de amistad. Otros tienen el alma de cerdo. Otros son tan completitos que directamente podemos decir que son unos cerdos. Y claro, si determinado político o empresario de banco muere de gripe porcina sería como si lo hubieran delatado. Y que me dicen de esa gente adosada a un sofá, encerrada en una casa sin ventilar y engulliendo pipas, chorizo y televisión basura a partes iguales? Si se mueren de "gripe porcina" todo el mundo dirá -"claro, estaba cantado, si es que tenía todas las papeletas para coger la gripe.."

Pero detrás de todo esto también está el empeño de los gobernantes mundiales en inventarse eufemismos para enmascarar la realidad. Vease "guerra" por "ataque preventivo"; "Aquí manda el menda" por "Organizaciones Unidas"; "al que le toca le toca y que se joda" por "daños colaterales". Y claro, cuando era una gripecilla que afectaba a un país de esos de latinoamerica que sabe Dios dónde están ni como viven, se le puede llamar "gripe porcina". Pero cuando se pone serio y nos puede afectar a lo países guays del paraguay, no podemos consentir ese nombre tan zafio. Entonces le ponemos un nombre más fino, que parezca que ni mata ni nada, que quede hasta elegante padecerla. Y de ahí viene lo de la "gripe A N1H1". Ya uno ha dado tantas vueltas que se conoce por dónde respira el personal. Oinnk, Oinnk

26 abril 2009

El sentido de la vida



Esta mañana, con la lluvia y con la resaquilla post feria se levanta uno un poco inseguro y pequeño. Así que en un arrebato masoquista he buscado una canción de la película "El sentido de la vida", de los Monty python. Como no he encontrado una traducción me he lanzado a traducirla yo mismo con estas manitas y mis abalorios. Así que perdonen los fallos (tampoco me lo he currado mucho).
Para situarnos, una mujer está en su casa tan tranquila y una empresa de donación de órganos llama a su puerta e intenta convencerla de que done sus órganos prácticamente sin esperar a morirse (no recuerdo bien). Y para animarla, el comercial de la empresa abre el frigorífico y sale un tio cantando una canción. Ésta sería más o menos la letra
Recuerde que está en un planeta en constante evolución
y que da vueltas a novecientas millas por hora,
lo que significa unas diecinueve millas cada segundo, que ya es contar.
Un sol que es la fuente de toda nuestra energía.
El sol y usted y yo y todas las estrellas que podemos ver
se están moviendo un millón de millas al día
dentro de un brazo espiral exterior a cuarenta mil millas a la hora.
En la galaxia que llamamos la “vía láctea”.
Nuestra galaxia contiene cien billones de estrellas,
Y mide cien mil años luz de lado a lado.
Se ensancha por la mitad, dieciséis mil años luz de ancho.
Estamos a treinta mil años luz del centro de la galaxia.
Damos la vuelta entera cada doscientos millones de años.
Y nuestra galaxia es una más entre millones de billones
en un maravilloso universo en continua expansión.
(por si fuera poco) El universo sigue expandiéndose
y expandiéndose, zumbando en todas direcciones,
tan rápido como puede, a la velocidad de la luz, ya sabe.
Doce millones de millas al minuto, y ésa es la velocidad más alta que existe.
Así que recuerde, cuando se sienta pequeña e insegura,
que sorprendentemente y lejos de toda probabilidad
usted ha nacido.
Y rece porque haya vida inteligente ahí fuera en el espacio,
porque si no hay que joderse aquí abajo en la tierra.
Pues eso, que cuando un domingo amanezcas medio tonto, melancólico, esté lloviendo y no tengas ganas de hacer nada, ponte la canción de la galaxia.

25 abril 2009

Se avecina una tormenta


Esta primavera está rara. Todavía no se ha ido el frío. O no se ha acabado de ir. La semana pasada el sol ha hecho su aparición calentando las casas y los coches, y arrancándonos los chalecos y los braseros. Pero hoy ha amanecido de nuevo el frío. Un frío de diez grados menos, de una rebeca más.
Y todos los pronósticos indican que un frente se acerca sin remedio, y sin ganas de que lo tenga. La borrasca enfria los sentimientos bullentes y se lleva todo lo que sobra y lava todo lo que queda.

Dios!! Se avecina una tormenta.

(Foto: Jose Jiménez)

11 abril 2009

Planeta Tierra. Para siempre



Uno de esos videos chulos que hacen que quieras mas a la tierra y que te olvides por un momento de toda la mierda con que la ensuciamos, y de los putos gatos de tu vecina.

Es lo que tiene la primavera



Es lo que tiene la primavera; que nos trae los días más largos, las noches más locas, la lluvia inesperada, el sol entrando a saco, los paseos por el campo. Que lo llena todo de verde, que todo se pinta de todos los verdes; el cielo más azul y las nubes más blancas, como fieras amenazantes, "como una manada de bisontes empujada por el viento" (Lorca dixit). Y ese río, que hace poco parecía una extraña fiera rugiente, ahora parece que duerme en una lenta agonía, dejando detrás los restos de su furia invernal: un lago desbordado y en calma tras la negra tempestad de anoche.

Es lo que tiene la primavera,que cambian los estados de ánimo; y de pronto te descubres llorando y al rato estas estrenando una carcajada; que arrancas los motores decidido a tirar adelante, y al momento estás otra vez mirando atrás. Que hay una moto nueva invitándo a comerse el mundo a kilómetros y una foto vieja esperando a ser guardada definitivamente en el álbum de los recuerdos para no recordar.

Que hay un cruce de caminos delante y no se sabe cuál escoger. Y lo peor de todo es que todos los caminos son como una droga de la que no se quiere ni se sabe salir. Lo que queda delante y lo queda detrás; y lo que está en el cielo y lo que está en el suelo. Y todo se concentra en un punto del horizonte a punto de estallar. Es lo que tiene la primavera.

07 enero 2009

Sólo tienes que llamarme cuando lo necesites

Segunda parte de esa "bodita y herbosa" presentación que hice de fotos de Los Manteca, ahora con un fondo menos nostálgico y mas optimista. Venga, un brindis por todos esos momentos y porque aunque la distancia y el tiempo nos separe, es bonito saber que tienes un amigo.

02 enero 2009

Te acuerdas cuando te ponías margaritas en el pelo?

Este es un video que he hecho con fotitos antiguas. Es lo que tienen estas putas fiestas, que se pone uno más tonto de la cuenta y le da por mirar en el baúl de los recuerdos y acaba hecho un capullo, compungido y aguantando una lagrimilla. Un homenaje a unos tiempos distintos, con exámenes, preocupaciones existenciales, cerveza, cafe, mucha charla interminable y poco dinero, muchos buenísimos momentos y toda la vida por delante.