11 enero 2021

Quisiera que alguien me esperara en algún lugar

Las relaciones familiares son muy complejas. Cualquiera que viva en una familia de tres hermanos o más sabe que tiene que sacarse un máster en psicología de grupos e inteligencia emocional o sucumbir irremediablemente. De una amistad que se muere te puedes alejar, una relación tóxica la puedes romper (en muchos casos), pero de la familia no se puede escapar. Tienes que lidiar una vida entera con toda tu historia familiar y con todos los que la componen, los vivos y los muertos. Esta película se acerca a ese complejo pequeño mundo; nos deja asomarnos por un tiempo a una familia francesa, con las mismas alegrías y con los mismos sabores y sinsabores que otra familia cualquiera. Se me ha hecho corta, creo que se le podía sacar mucho más jugo y que en la hora y pico que dura no le da tiempo, o no le da tiempo al director, a profundizar mucho más en la psicología de los personajes y en los íntimos lazos que los unen. Pero merece la pena verla, aunque sea porque no cae en el sentimentalismo barato de estas fechas y porque el título, ya de por sí, es sugerente y precioso. Hay una película que no la he vuelto a ver más pero que en su momento me hizo llorar las veces que la vi. Se llama “Dulce hogar a veces”, y aunque el título es lamentable y te sugiere una comedia ligera en realidad es una reflexión diferente pero casi más acertada que ésta sobre esa cosa tan extraña, poliédrica, a veces terrible y a veces maravillosa que llamamos familia.

©Javier Vidal

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