Mi habitación está desordenada. Mi cama está sola; mi noche está oscura. Una bombilla se balancea desde el techo y un gato que me mira desde la ventana. Empiezo a tararear una canción y acabo emitiendo sonidos guturales; como cuando era niño y después de mucho llorar sin que nadie me escuchara, descubría, tendido en algún rincón de la casa, el placer del ronroneo. Estoy hecho un desastre; pierdo cosas en la calle y las encuentro en mi habitación. Al levantarme no encuentro los calcetines; al acostarme no cojo el sueño; a los sueños no les cojo la gracia. Porque mi habitación está desordenada. Algún día tendré que arreglar todo esto. Empezaré quitando aquel horrible póster y acabaré poniéndome el pijama; ese que me regalaron cuando fui de viaje, y que nunca me he puesto. Pero ahora no puedo. Ahora sólo puedo apagar y encender la luz, como poseído; o hacer trencitas con los flecos de la colcha. Mi habitación está desordenada. Empiezo a estar de cuerpo presente; pero mi alma está ausente en algún lugar donde aún resuenan ecos de risas... ya lejanas.
No sabía que olvidar fuera a resultar tan difícil.
Javier Vidal
Enero 1996
1 comentario:
Como siempre, tornas hermoso y cálido lo trivial, lo cotidiano. Seguro que este relato es sólo como una pequeña gota de todo lo que has pensado y escrito en estos años. Cuando se te lee no se sabe si es prosa o poesía lo que escribes; bajo la apariencia de la prosa se esconden bellos versos. Lo que yo digo eres como un "trompe l'oeil" barroco. Yo sigo ávido de tus letras.
Tu frescura, ingenio y sensibilidad son las mejores dotes de un buen escritor. ¡ESCRIBE COÑO! Pa que los comunes mortales sigamos disfrutando de tí (y puede que algún día presumiendo)
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