03 mayo 2020

La orquesta del Titanic


La gente está viendo series como descosidos. Está leyendo libros que tenía pendientes. Está hablando con amigos que tenía olvidados. Está teletrabajando como si se hubiera estado preparando toda la vida para el teletrabajo. Está haciendo yoga, meditación, gimnasia, bizcochos, recetas de cocina, cosiendo mascarillas, publicando tiktoks, tuits, canciones corales, videos tutoriales…  Está descubriéndose a sí misma y  nos dicen que toda esta mierda es una lección estupenda que nos da la vida y vamos a salir reforzados y mejores.  Hay como una presión para que esta crisis tenga que ser un momento de epifanía, revelador para que descubramos nuestro ser más rico y profundo. Que la naturaleza necesitaba un respiro y esto es una maravilla. Parece como que el fin del mundo lo habían anunciado en algún sitio que yo no he visto y todo el mundo estaba como superpreparado. 

Yo, hasta la cuarta semana no me he podido poner a ver series y leer. Las primeras semanas estaba en shock y no me podía concentrar ni recrear en nada. He empezado libros que he dejado, he visto series y películas pero como si no las hubiera visto. Mi cabeza y mi corazón estaban ocupados por la angustia, el miedo, la incertidumbre y la ansiedad por lo que se nos había echado encima. Confieso que hasta varias semanas después no he tenido una mínima capacidad de abstracción como para distraerme en nimiedades mientras todo el mundo conocido se derrumba a mi alrededor, la economía se hunde, la gente se muere a mansalva, los populismos y los fascismos se esparcen sin control entre gente que considerabas normal; y la estupidez humana, que considerabas la excepción, se convierte en la regla. Ahora que parece que se ve un poco de luz al final de túnel he sido por fin capaz de hilar dos frases escritas, sin saber en realidad si la luz es un prado verde y soleado o es la luz de otro tren que viene de frente. En cualquier caso un aplauso muy grande y mi admiración para toda esa gente que hace bizcochos, o gimnasia rítmica o bailes de salón;  e intenta distraernos en medio del horror. No sé si llamarlo resiliencia, exceso de optimismo o ingenuidad, pero ole por esos músicos del titanic tan necesarios como prescindibles, tan previsibles como sorprendentes.
©Javier Vidal

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